Una de las catástrofes marítimas más graves de todos los tiempos y, tristemente, sin duda, la más célebre de todas, fue el hundimiento del Titanic. Sobre aquel aciago día que se fue a pique en las profundidades del océano Atlántico durante su viaje inaugural, se han hecho toda clase de obras. Por ello, creo que puede resultar interesante o cuando menos esperanzador, hablar en esta ocasión de uno de los supervivientes de aquella tragedia. Y no un superviviente cualquiera, sino la historia de una mujer que trabajaba a bordo y fue mucho menos conocida que "La insumergible Molly Brown" (Margaret Brown), pero que, en mi opinión, la superó con creces en buena fortuna, ya que realmente su historia sería increíble si no fuera cierta y sí lo es. Es la historia de Violet Jessop.
Violet Constance Jessop nació en Bahía Blanca (Argentina) el 2 de octubre de 1887 de padres irlandeses que emigraron a ese país. Su buena suerte comenzó cuando siendo la mayor de nueve hermanos (de los cuales sólo seis, incluyendo ella misma, sobrevivieron) contrajo la tuberculosis siendo apenas una niña. Sin embargo, contra todo pronóstico médico, consiguió superarla. Tiempo después estudiaría enfermería tras instalarse en Inglaterra.
Con sólo veintitrés años de edad y tras la muerte de su madre, se enroló como azafata en el transatlántico Olympic de la Línea White Star, embarcando el 20 de octubre de 1910. El 20 de septiembre de 1911 durante una de las travesías, el Olympic colisionó contra el HMS Hawke en la isla de Wight. Violet Jessop salió indemne del accidente y el barco fue remolcado a puerto, aunque con graves daños.
Violet no se dejó atemorizar por el siniestro precedente, sino que por el contrario, acto seguido, se presentó como camarera de primera clase en otro de los transatlánticos de la misma línea, se llamaba el Titanic. Según cuenta en sus memorias, estaba ansiosa por explorar las muchas mejoras que se habían incorporado en esta nave en relación con la anterior.
El día 10 de abril de 1911 la intrépida Violet fue una de las 2.200 personas que abordaron alegremente el Titanic en su viaje inaugural. Apenas cuatro días después, el 14 de abril de 1.911, tras la colisión del transatlántico durante la noche contra el iceberg que lo mandó al fondo del océano a las dos de la madrugada del siguiente día, Violet pudo conseguir subir a un bote salvavidas y en el último momento, un oficial del pecio le entregó, además, un bebé abandonado en la cubierta.
Violet fue salvada por el Carpathia que acudió al rescate y, una vez en el barco, apareció la madre del bebé que también había conseguido salvarse gracias a otro bote. La mujer se acercó, le cogió al niño de los brazos sin decir ni una palabra y se alejó. Nunca le dio las gracias.
Lo más extraordinario de todo es que después de una experiencia así, cualquier persona normal habría renunciado definitivamente a pisar de nuevo una simple barca de remos, pero Violet se unió de inmediato a la tripulación del tercer transatlántico de la desaparecida White Star y en 1915 abordó el Britannic.
En esta ocasión lo hizo como enfermera voluntaria, ya que el transatlántico tuvo que alterar su destino original de barco de pasajeros para convertirse, a causa de la Primera Guerra Mundial, en un barco hospital de la marina británica con el fin de repatriar heridos a Inglaterra. Y de nuevo el destino le tenía reservada otra aventura a la increíble Violet, decimos aventura por no decir catástrofe, ya que el día 21 de noviembre de 1.916, una gran explosión ocurrió a bordo del enorme barco y lo hundió. Ella se encontraba en las cocinas y según cuenta en sus memorias, oyó un ruido ensordecedor que le trajo recuerdos no tan lejanos del Titanic. Logró saltar por la borda después de coger el cepillo de dientes que, según relata, es lo que más echaba de menos cuando salió viva del Titanic y, aunque la succión de las hélices la arrastró, consiguió salir a flote para ser golpeada por un bote salvavidas que le rompió el cráneo. A pesar de ello, cuando ya la vida se le escapaba hacia las profundidades del mar, rozó el brazo de otro superviviente que tiró de ella y la sacó a la superficie, logrando una vez más burlar al destino y salvar la vida.
Agárrese el lector, porque recuperada de este último hundimiento, Violet Jessop volvió a embarcar de nuevo en el Olympic, una vez reparado de su accidente en 1.911. Terminada la guerra, el barco pudo volver a servir a sus propósitos comerciales de transporte de pasajeros en el Atlántico Norte y Violet quería estar ahí.
Seguramente el destino decidió dejarla en paz viendo que con ella no había nada que hacer, así que continuó haciendo travesías en varias líneas marítimas hasta que en 1.950 a la edad de 63 años se jubiló y se retiró a vivir lejos del mar, en Ashfield (Suffolk - Inglaterra), donde vivió hasta su muerte en 1.971.
Por si todo esto fuera poco, resulta que estando en su casita en mitad de la campiña inglesa, una noche en medio de una gran tormenta sonó el teléfono y Violet contestó. Una mujer preguntaba por ella, por lo que se identificó y la mujer le dijo: ¿"Es usted la misma Violet Jessop que salvó a un bebé aquella terrible noche en el Titanic?". Ella contestó: "Si, pero... ¿quién llama a estas horas de la noche?". La mujer se rió y le dijo: "Yo soy ese bebé" y colgó. Lo extraordinario del asunto es que no podía tratarse de una broma de alguien del pueblo porque nadie sabía la historia de Violet, no se la contó a nadie más que a su biógrafo, el cual lo relata así, de modo que el misterio permanece intacto hasta hoy.
No se vosotros, pero a mí no me importaría parecerme a Violet Jessop.
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