sábado, 6 de marzo de 2010

Fascinante fascismo: Leni Riefenstahl (y 2)

Si en la primera versión vimos una Leni un tanto desde el punto de vista de mi subjetividad de mozuelo enamorado, ahora vamos a verla desde las críticas que ha recibido. Si vimos la de cal, ahora veremos la de arena. O al contrario, es que no me aclaro cuál es la buena y la mala, si la cal o la arena.

"Fascinante fascismo" es el título de un ensayo que Susan Sontang dedicó a las, según ella, "inquietantes mentiras" que había en el comportamiento y motivaciones de  Leni, tras su magistral reportaje sobre los negros Nuba.

Empezaremos por la versión de Leni para seguir la de sus múltiples detractores. Como ya vimos, la versión de Leni consiste en mantener que su relación con el nazismo fue profesional, que no sabía nada de campos de concentración ni de exterminios, que ella era artista, no política, y que no se arrepentía de nada porque de nada debía arrepentirse. Como continuaba siendo tachada de nazi por incidir en su arte, esta vez fotográfico, en la belleza del cuerpo humano, acabó fotografiando y filmando las profundidades del mar.

Las críticas a Leni las podríamos clasificar en tres modelos:
1) Garrulas.
2) De trasfondo sicológico, algunas creo que bastante deliradas.
3) Razonables.

Intentaré no hacer de abogado de la bella diablesa y ser objetivo, no sé si lo conseguiré. En cualquier caso aquí las críticas saldrán, pese a mis opiniones, coletillas o muletazos en favor de la bella, y ustedes fórmense la opinión que estimen conveniente.

1) Críticas garrulas: acusaciones zafias y sin demostrar. Fascismo populachero del otro lado: "era la querida de Hitler (y de Goebbels, y...)", "a los nazis ni agua". Comentarios de esos profundamente razonados, documentados y argumentados. En el imaginario popular ha colaborado igualmente el cine dando imagen de Leni como de mujer fatal nazi en "Indiana Jones", y de pasada en la española "La niña de tus ojos" donde se recrea a lo typical spanish y ole, el turbio episodio de los prisioneros haciendo de extras para una producción de Leni, caracterizados de pueblo gitano.

No vamos a perder mucho más tiempo en la garrulez. Para decir: "esta tía es una hija de puta que me cago en sus muertos", no hacen falta datos ni explicaciones; es lo que tienen las habladurías, los cotilleos, las calumnias envidiosas; que en bastantes ocasiones dañan tanto o más la imagen de quien las emite que la del receptor.

2) Estas de trasfondo sicológico son bastante más interesantes. Si bien unas caen en el claro delirio, otras dan qué pensar.
La que da principalmente qué pensar es esta: Leni es claramente una supermujer. Lo tiene todo. ¿Por qué no iba a aceptar con naturalidad un nazismo que confirma su superioridad? ¿Por qué, a pesar de su inteligencia, no iba a pensar que el nazismo tenía razón? ¿Hasta qué punto puedes implicarte tanto artísticamente en algo que no crees manteniendo sólo una relación profesional-mercenaria?

El señor Ramón Cotarelo, basándose a su vez en la biografía sobre Leni de Steven Bach, nos deja la siguiente reflexión:

Tenía un afán mórbido por la gloria, la popularidad, las candilejas. Pero era un genio. Sólo El triunfo de la voluntad merece figurar (y de hecho figura) entre las diez mejores películas de todos los tiempos. Y lo mismo pasa con Olimpiada con sus cuatro horas de duración, sobre aquellos juegos olímpicos en los que el héroe absoluto para berrinche soberano de Hitler fue Jesse Owen, un atleta negro. Uno siente cierta recriminación moral cuando admira los planos, el montaje, el ritmo, la belleza de El triunfo de la voluntad y se piensa que con esa película se glorificaba la barbarie de la tiranía nazi. En términos más generales la pregunta es si la obra de arte está por encima del juicio ético o debe someterse a él. Y, en lo que a mí respecta, la respuesta es imposible porque es sí y no al tiempo. El triunfo de la voluntad es una obra de arte y, al mismo tiempo, glorifica el nazismo. Y no de forma adjetiva o indirecta sino de modo directo, consciente y sustantivo.

Y a su vez nos deja un vídeo donde advierte:

(Por si alguien cree que exagero, aquí hay poco más de un minuto de El triunfo de la voluntad con un acto del "Servicio Alemán del Trabajo" en memoria de los caídos en la Iª Guerra Mundial, al son de Yo tenía un camarada.. Téngase en cuenta que es un documental de un acto único, que no se podía ensayar ni repetir si salía mal y que se trata de campesinos militarizados que forman no con fusiles sino con palas y picos).






El problema que plantea la vida y la personalidad de Leni Riefenstahl es el de la medida de responsabilidad y culpabilidad en que incurren artistas, y artistas geniales como ella cuando ponen su arte al servicio de un régimen odioso y tiránico y contribuyen a glorificarlo actuando de propagandistas.
En definitiva:  Leni sería culpable de ser nazi, de creer en el nazismo, de admirar sinceramente a Hitler. En este aspecto sería también culpable de mentir, de reinventarse, de traición a sus ideales.
Yo creo perfectamente posible y probable que Leni fuera nazi. Pero, abogado de la diablesa, creo que no era nazi conscientemente. Creo que era nazi con naturalidad, como tantos millones de alemanes y no alemanes. No pensando que era algo malo o amoral, pensando que era lo normal y la corriente de la historia, el número, les confirmaba esa naturalidad.
No sé si, como nos ha pasado a muchos preguntándonos a posteriorí "cómo demonios pude estar ahí", no necesariamente en el nazismo, en cualquier cosa, realmente dejó de creer o siguió toda su vida siendo nazi.

Sigamos con las versiones sicológicas de las que a mí me parece que sacan, bastante, los pies del tiesto.
La versión de Susan Sontang, que apoya también Wilhelm Bittorf que en un artículo en Der Spiegel titulado Blut un Hoden ("Sangre y cojones"), decía: "El entusiasmo -e incluso adicción- con el cual Leni celebró una vez los cultos de los nazis y los cuerpos de los participantes olímpicos lo dedica ahora a los cultos y los cuerpos de los nubas... Para ella los nubas son, en definitiva, mejores nazis, bárbaros más puros, los verdaderos teutones."


Vaya despropósito...
Vamos por partes: Susan Sontang es (fue, ya falleció) judía, por lo que fácilmente puede tomarse el caso Leni como algo personal. De hecho yo creo que lo toma.
Si vamos a considerar "arios" a conveniencia a negros más negros que el carbón, para que la señora Sontang pueda seguir considerando que Leni es nazi y en realidad Leni ve arios en la negritud, esto no es serio, señores.
Si vamos a considerar que una artista es nazi porque se esfuerce y consiga plasmar la belleza del cuerpo humano, Miguel Ángel a la hoguera. Pero ¿debiera hacer Leni fotografías feas para no ser nazi? ¿Amar la belleza es nazi?
Según Sontang, toda la odisea fotográfica de Leni y los Nuba, que, recordemos; fue otro de los impactos mundiales de Leni, oscilaría entre un "lavado de cara" de Leni y una búsqueda de la perfección nazi del culto al cuerpo. Juzguen ustedes, a mí me parece que a la Sontag se le fue la pinza bastante. Seguramente los fondos marinos y los peces que acabó fotografiando Leni, también serían nazis bávaros o de por ahí cerca...

El señor Cotarelo, que creo que aquí también patina, dice:


Bastaba ver cómo hablaba de los Nubas del Sudán para darse cuenta de que sólo una racista puede creer que se quitará la fama de tal y de nazi a base de fotografiar negros desnudos y alabar su belleza.
Vaya... Yo también alabo la belleza de los cuerpos de esos negros desnudos... Ya ven ustedes: ahora soy nazi porque me gustan unas bellísimas fotos de negros desnudos. Coño, pues más que nazi, parezco maricón playero ¿no?
Los de "Avatar" deben ser nazis (o maricones playeros) porque me parece que han tomado los cuerpos de los Nuba, de las fotos de Leni, para crear a los azules Naví.
Volvemos donde la Sontag: si Leni era nazi, no lo era por hacer fotos bellas, lo era por su ideología. Cargar las tintas en estos aspectos para convencer de que alguien es nazi, me parece caer un poco en lo absurdo.
Informaré en su blog al señor Cotaruelo por si quiere ejercer justo derecho a replica.
(Comentario añadido: imposible informar al señor Cotaruelo: su blog ha cerrado y se puede leer pero no comentar. Yo lo he intentado.)


Más pies fuera del tiesto, opiniones tomadas de aquí y de allá, esta es buena: el gusto de Leni por la montaña y el alpinismo vendría determinado porque el alpinismo es fascista. Se lo había avisado, esta es buena. El elevarse, la disciplina, el trabajo de equipo (de masa), la autosuperación, son parámetros claramente fascistas.
No voy a discutir esto: si Leni hubiese sido ciclista, el ir hacia delante, la autosuperación, el sacrificio... serían parámetros fascistas.
En estas críticas deliradas a Leni, el órgano crea la función que interesa al crítico.

3) Críticas razonadas y razonables. Estas son las que, como novio de Leni, más duelen.
Volvamos con Cotaruelo:


Bach demuestra no solamente que la imbricación de Riefenstahl en el nazismo fue total, en contra de lo que ella sostuvo siempre después, durante la desnazificación y posteriormente, sino que había hecho lo que luego negó haber hecho. En concreto, recién nombrada corresponsal de guerra, autorizada a filmar la entrada de los alemanes en Polonia, siempre negó haber presenciado la matanza de Konskie, un pueblito polaco en el que los nazis asesinaron a tiros a un grupo de civiles judíos a quienes antes obligaron a cavar su propia fosa (p. 228); sin embargo, lo hizo. Más adelante, en el rodaje de su película de ambiente español Tierra baja siempre negó haber utilizado como extras a gitanos sacados de un campo de internamiento a los que no pagó por su trabajo y que luego fueron enviados a campos de exterminio de los que sólo regresó un puñado de ellos. Pero fue verdad. (p. 245).
El Dr. Royo Hernández, hace un estudio bastante profundo con el que comparto las tesis de inconsciencia colectiva:



El irracionalismo nebuloso es el suelo nutricio de la cineasta alemana que, viviendo entre los ensueños melancólicos del Romanticismo alemán tendrá por destino participar en la formación del delirio colectivo que llevó a su apogeo al fascismo nazi. La exaltación de la naturaleza y la metáfora de la montaña pura, los olímpicos de arriba, y en el sucio valle, los de abajo, impregnará también su última película, Tierra baja. Desde luego ella es siempre la heroína, que como todo buen profeta, como Jesucristo o Mahoma, es apedreada y perseguida por el vulgo, por el populacho, volviendo finalmente a las profundidades abismáticas de las que surgió como promesa de un regreso futuro. Los ideales de Junta-Riefenstahl encarnan el absurdo ideal nacionalsocialista que, paradójicamente, al tiempo que fabrican borregos obedientes y lobotomizados, les hacen creer individualmente a cada uno de ellos que son superiores a los demás. Una suerte de masa de singularidades fue formada de ese modo y continúa generándose en un mundo actual en el que el fascismo está lejos de haber desaparecido. Una ignorante cineasta que no comprendió jamás los acontecimientos históricos y políticos en que vivió, creerá durante toda su vida encarnar a un ser superior, al superhombre en versión feminista, por el mero hecho de practicar el alpinismo, rodar películas con la perfección tecnológica del taylorismo-germánico, viajar a Africa o bucear y filmar las profundidades oceánicas. La Riefenstahl no era lo suficientemente intelectual como para diferenciar entre las corrientes internas del Romanticismo alemán y poder discriminarlas, por eso suscribirá tanto la reivindicación de la Edad Media, de sus oscuridades y sus leyendas, vikingas en Wagner, como la de la Grecia clásica (en Olimpia I y II) apolínea, con sus mitos y su idealismo figurativo. El Sturm und Drang sirvió de suelo nutricio al nazismo.
Según Deleuze y Guattari el romanticismo alemán exonera al héroe-individuo de servir al pueblo y a las masas mediante el resguardo de la soledad, pero también se nos dice que "el fascismo utilizó mucho menos a Verdi que el nazismo a Wagner" (Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia 1980, p.345). Lo sonoro (oído) prima sobre lo visual (vista) en materia de desterritorialización habiendo un "fascismo potencial de la música" (Deluze Op.cit. p.351): "Éxtasis o hipnosis. No se mueve a un pueblo con colores. Las banderas nada pueden sin las trompetas" (Ibid) de ahí que la cineasta nazi Leni Riefenstahl emplease ambas en su película El triunfo de la voluntad (1935). Se distingue aquí entre pueblo y masa, pero para nuestra sorpresa el nazismo y la música de Wagner son clasificados como fenómenos ligados al pueblo (y ciertamente estaban ligados a la mistificación del pueblo ario) y no como un fenómeno de masas. Pero en la obra de Riefenstahl lo que se percibe es un fascismo potencial del cine puesto en obra, un cine dispuesto para configurar la masa fascista en los términos en que había sido descrita por Freud en su Psicología de las masas y análisis del yo (1923), como un ser colectivo producido mediante la identificación, el enamoramiento y la hipnosis con relación a un Führer, líder y salvador. Yo distingo pueblo y masa de otra manera, pues para mí el pueblo en el buen sentido de la palabra, (no el ario ni el elegido), son las 110 millones de personas que se manifestaron consciente y simultáneamente en 60 países contra la guerra en Irak (febrero de 2003), mientras que las masas son los millones de borregos que pueblan en manadas los grandes centros comerciales.
(...) Cuando en agosto de 2002 Leni Riefenstahl alcanzó la edad de 100 años los medios de comunicación lo celebraron enormemente poniéndola como ejemplo de vitalidad sin mencionar que ese vitalismo que tan bien ejemplificaba tenía mucho que ver con su obra y que su obra tenía mucho que ver con el nazismo. Incluso en nuestros días, Víctor Gómez Pín, excelente racionalista cartesiano, afirmaba en un artículo periodístico,  que según Malraux, "la indigencia de la condición humana (motivada por nuestra caducidad), indigencia esta compartida por toda la humanidad al margen de diferencias socio-económicas,  ideológicas o políticas, sólo podría ser redimida por el arte" (Artículo publicado en El País del Miércoles 3 de Mayo del 2000). La redención a través del arte fue un peligroso ideal que el nacionalsocialismo recogería del romanticismo y del idealismo, por lo que hay que ser un poco prudente al fomentar dicha noción. "En las numerosas entrevistas que concedió después de la guerra, y también en sus Memorias de 1987, la ex ninfa Egeria de Hitler se empeñaba en justificarse. Es cierto que estuvo fascinada por el Führer desde 1932 y que creyó en la política nacionalsocialista. Pero nunca fue racista, nunca trabajó para la propaganda nazi, lo ignoraba todo sobre la represión de los antifascistas, los judíos, los gitanos, y su única preocupación fue siempre la belleza" (Lionel Richard Un centenario hagiográfico para la cinesta nazi. La indecente rehabilitación de Leni Riefenstahl. Le Monde Diplomatique, edición española. Octubre de 2002, nº84). Richard desmiente las justificaciones de la Riefenstahl demostrando que hizo perseguir a judíos que habían trabajado para ella por el mero hecho de serlo y que utilizó gitanos de un campo de concentración para realizar su última película.

(...) La declarada ignorancia política y el antiracionalismo de Leni Riefenstahl y los millones de europeos como ella, son uña y carne, y nos asombraríamos de lo extendido que estuvo en Europa el vicio de combatir un fascismo con otro. Temerosos de que la razón tecnológica derivase en la construcción del hombre máquina, ciegos a la razón teorética y volcados en la intuición, la mágia, el arte, el mito, la emoción y la sensibilidad, numerosos europeos de los años 30 creyeron ver en el fascismo la salvación del individuo frente a la masa amorfa, frente al fascismo stalinista y al fascismo capitalista. Pero por paradójico que parezca es precisamente a través de la exaltación del individuo que se forman las masas estúpidas de borregos alienados. A partir de la mentira acerca de la dignidad del trabajo y de la dignidad del hombre surgirán los fascismos contemporáneos, bajo la anulación del individuo identificado con la totalidad. Arbeit macht frei, ponía en los campos de concentración, siendo Hitler elegido porque prometía trabajo para seis millones de parados y acabó matando a seis millones de judíos, mientras que en la Unión soviética se condecoraría a Stajanov por idear el trabajo a destajo. El Estado-nación concebido como una sola voluntad que habría de convertirse en Imperio, asunto conseguido actualmente por los Estados Unidos de Norteamérica, una voluntad orgánica en el stalinismo y el nazismo pero inorgánica en el capitalismo; junto al robo de soberanía propio de la noción de representación, a través del Líder, Caudillo o Guía, en los dos primeros, que siguen un modelo monárquico; y de los Líderes o Gestores en el segundo, que se oriento hacia el modelo oligárquico de la empresa y la banca (lo que permitió implantar la idea de que su representatividad era nada más y nada menos que democracia); supuso la guerra entre fascismos. Si el último se ha erigido en triunfante fue porque de una declaración de los derechos individuales tan esgrimida como incumplida surgirá la masa amorfa consumidora de fútbol, coches y teléfonos móviles, a quienes ya no se les dirá que su libertad, (identificada con la libertad de comprar y vender, y ocultada la esclavitud de la producción y la explotación), está supeditada a restricciones, sino que se les convencerá de que son totalmente libres, ilimitadamente libres, y los individuos se creerán tanto más libres cuanto más esclavos sean, pensándose tanto más individuos cuanta más empatía publicitaria corra por sus venas.

(...)
El telegrama de felicitación que envió a Hitler tras la conquista de París o el uso de gitanos de un campo de concentración para que realizaran el papel de los degenerados campesinos de Tiefland, junto a las declaraciones de los diarios de Goebbels, hacen muy difícil pensar que la cineasta no estaba comprometida con el nazismo.
"Triumph des Willens me trajo innumerables dificultades después de la guerra. Sí, era una película de encargo, propuesta por Hitler, pero hay que pensar que aquello ocurrió en 1934, en el momento en el que acababa de llegar al poder, no mediante un golpe de estado, sino por una mayoría parlamentaria elegida libremente. Entonces Hitler representaba la esperanza de muchos alemanes y era respetado por muchos extranjeros. El mismo Winston Churchill declaró en aquella época que Alemania era digna de envidia por tener ese Führer. Yo nunca he participado en política ni he pertenecido nunca al partido. ¿Por qué tendría que haber sido yo la única que adivinara el porvenir y supiera entonces que Adolf Hitler iba a conducir a Alemania y al mundo a la catástrofe?... ¿Poque soy mujer o porque la película estaba demasiado bien hecha?" (Palabras de Leni Riefenstahl, en: Femmes cinéastes, ou le triomphe de la volonté, Charles Ford, Denoël/Gonthier, Paris, 1972; repetidas a lo largo del documental de Ray Müller de 1993).

En el documental-entrevista sobre Riefenstahl de Ray Müller (Die Macht der Bilder: Leni Riefenstahl, 1993; El poder de la imagen) la cineasta, una vital y activa anciana de 90 años, se presenta a sí misma como una revolucionaria innovadora de la técnica cinematográfica, completamente ignorante de la política, que habría cumplido los encargos del partido y gobierno nazis sin haberse comprometido con el movimiento. A diferencia de algunos de los intelectuales fascistas, Riefenstahl, no tenía cerebro para saber que su trabajo formaría parte de un movimiento atroz, pero lo que más sorprende de sus declaraciones es que una hábil cineasta no siga sin saber, cincuenta años después, que toda su estética entroncaba con una tradición de la que se alimentaba el fascismo. Por eso cuando se le mencionaba la Estética fascista en el documental citado, estudiada por Susan Sontag, decía desconocer qué pudiera significar eso y no creer que existiese algo osemejante.  



Ahora ya, juzguen ustedes, yo les he mostrado las caras de la moneda.

El Desclasado ha hablado y lo copiapegado, en cursiva. Las fuentes están enlazadas, pinchando en el nombre llegan.

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