Había pasado media tarde leyendo un excelente ensayo: "La tabla rasa" de Esteven Pinker, en el que desmonta uno a uno todos los dogmas progres de igualitarismo, género, y demás alucinaciones convertidas en verdad oficial por los nuevos curas de la religión imperante y sus fieles, tontos útiles según denominación marxista.
Evolución de los uniformes de los curas:
Clásico.
Modelno.
Suma sacerdota, aunque para mí más bien socerdota. (Bibi, amor, no te he olvidado)
En cualquiera de sus modalidades, estos fulanos les indicarán cómo deben pensar, qué deben hacer, cómo deben comportarse. Si usted no obedece las directrices sagradas, tratarán de hacerle mal, vía hogueras, vía rechazo social, vía procesos judiciales por delirantes afrentas. En cualquiera de sus modalidades ellos viven muy bien, con especial predilección por vivir de la ubre pública y "ayudar" mucho a los negritos, indiecitos y otras gentes de mal vivir. El modelo clásico cree que la mujer es un ser débil a la que su marido debe tutelar. Los modelos modelnos creen que la mujer es un ser débil a la que el Estado debe tutelar. Incomprensiblemente, pese a sus evidentes afinidades, aparentan estar enfrentados entre ellos, en lo que, a todas luces, es una clásica lucha de poder, un quítate tú que me ponga yo.
Volvamos al tema, que me lío. Es que es pensar en Bibiana y me entra una mezcla de odio y excitación sexual que no puede ser buena.
Era un libro el de Pinker, uno más, que tenía pendiente. Si gustan, pueden descargarlo aquí:
No esperen de él estridencias o un ponerse a la contra. Sencillamente, ciencia en mano, desmonta las tarugadas con las que nos bombardean día a día desde los telediarios, la ONU, la UNESCO, el FMI, el Banco Mundial y los sicopedagogos que siempre se ponen de parte de los niños insufribles e inventan traumas que convierten a su sano hijo en un compendio de frustraciones. Desmonta la bonita teoría de género y eso de que uno es lo que quiere ser, siendo la cuestión genética hereditaria algo que te pasas por la entrepierna, sin caer en ningún momento en el racismo o teorías supremacistas. No me lo acabé aún, hablo de lo leído hasta el momento. No hay que ser neurobiólogo para entenderlo; es asequible, hablo en serio. Salen Marvin Harris, Chomsky en su faceta de lingüista, y otros viejos conocidos.
Así que tenía la cabeza llena de datos, de hipótesis bastante bien resueltas, de toda la estafa del "buen salvaje" rousseauniano, de "cómo es posible" que alguien aún se atreva a citar a Margaret Mead y toda su sarta de embustes. Tenía la cabeza guerrera, funcionándome frenética, buscando respuestas a mi hoy en el ayer.
- Mira qué tarde hace. Vamos a dar una vuelta, ¿no?
- Grumnf.
(Cuando estoy absorto en la lectura, gordo gafotas, "grumnf" puede ser al tiempo un "sí" o un "no", dependiendo del tono. En mi fuero interno hablo como los chinos: lo importante es el tono, no la palabra en sí que puede querer decir varias cosas).
Como mi amada, a la fuerza ahorcan, entiende el chino, se puso la chaqueta y dispúsose a salir.
Terraza en tarde fresca, sol de invierno débil y grato. Dos cervezas para abrir ronda.
Ya hace tiempo que descubrí que no soy alcohólico. Paso largas temporadas sin beber, no tengo necesidad de beber ni me tiemblan las manos o siento malestar si me falta el alcohol. Yo soy dipsómano, que suena más elegante y además es verdad: cuando bebo, bebo mucho. Algún gen en mi adeene se activa al ser regado y pide más.
Unas cervezas más tarde, tras contarle a mi amada un resumen del libro de Pinker, de las mejoras jugadas leídas hasta el momento, ya tengo esbozada una teoría, pillada al vuelo, mientras no dejo de hablar. La olla de mi cabeza está en ebullición. Como ya estoy medio borracho, para ser honesto, yo hablaría más de una revelación que de una teoría. Y además es falso que in vino veritas; sobradamente tengo demostrado, por experiencia propia y ajena, que la fórmula que más se ajusta a la realidad es: in vino exageracioncitas, que no sé en latín cómo coño se dirá exageraciones.
Le preocupan a mi amada, ¿a quién no?, los recortes rajoyanos. Mientras habla ella de los males del fascismo, confundiendo como de costumbre el fascismo con el capital, veo apoyada en un contenedor de basura la caja embalaje de un televisor de esos planos de plasma. La caja es como la puerta de una furgoneta, no exagero. A ojo calculo una pantalla de 140 cms. de ancho por 100 cms. de alto. Esta caja embalaje de una televisión de cine, es la señal que me ilumina la revelación. Estamos en un barrio humilde, no en una zona "alta" de la ciudad. Un barrio proletario, aún no marginal pero ya situado en la clase media baja, si es que aún existe la clase media y no es una ilusión colectiva que no queremos perder.
Mi amada es progre, lo que, junto a mi atracción sexual por la Bibi, demuestra que se puede amar y desear al enemigo, que el amor y el sexo juegan en otra liga. Como todo se pega, ya admite que ciertos dogmas no tienen pies ni cabeza y yo, a cambio, admito que fusilar a todos los gitanos sin juicio previo sería un tanto bárbaro. Qué menos que un juicio... (Los juicios se amañan, amigos).
- Mira la caja de esa televisión apoyada en el contenedor.
- Jodeer, qué barbaridad.
- Mira el barrio en el que estamos; esto no es una zona de lujo.
- ¿Dónde quieres ir a parar?
- Es algo complejo, pero trato de explicártelo. En mi cabeza lo tengo hilado...
- A ver...
- La gente que está protestando: quince-emes, funcionarios, progres, no son revolucionarios; son conservadores.
- ¿Ehhh?
- Sí, ya sé que es chocante, escucha: toda esta gente no quiere cambiar nada, no quieren cambiar el sistema; quieren que todo sea como antes, como hace 3 ó 4 años; quieren que su piso valga millones; quieren pantallas gigantes de plasma, que haya oposiciones y opositar para tocarse los huevos el resto de su vida; quieren becas Erasmus; quieren subvenciones, cambiar de coche cada 3 años, la semanita de esquiar, las pascuas en Londres, las falsas bajas médicas, el vestir a la moda mudando la ropa cada temporada, el... Bueno, ejemplos hay a miles. La gente quiere conservar, volver a lo de antes, al crédito ilimitado y a endeudarse para ir de vacaciones, al aparentar. No son revolucionarios, no quieren cambiar el sistema; son conservadores, quieren conservar un sistema inviable.
- ¿Y por qué no se puede vivir así?
- Porque es insostenible.
- Mira los de arriba...
- Para. Para. Olvidemos a los de arriba; soy partidario, de sobra lo sabes, de que se paguen responsabilidades, de guillotinas como ejemplo para el siguiente que venga. Pero olvidemos a los de arriba; miremos a los de abajo: ¿tú crees que este estilo de vida lo podrían llevar todos los negros?
- Estooo... Con los negros tenemos un problema.
- ¿Qué problema? ¿Es que acaso quieres conservar este estilo desquiciado de vida sólo para una minoría blanca? Sabes que es insostenible...
- Bueno... Pero ellos podrían sacar adelante sus países y...
- No me cuentes cuentos progres, por favor. El mundo aplica el principio de Arquímedes: el volumen entrante es equivalente al volumen desplazado. O lo que es lo mismo: nosotros vivimos así porque otros viven asá. Y no, no me he vuelto caritativo, tengo una vena espengleriana: sé que de poder ellos vivir así y nosotros en la miseria, lo harían.
- ¿Pues entonces qué quieres? ¿Hacerme ver que está muy bien que el PP recorte?
- Lo temía... PP, PSOE, y de la misma mierda no salimos. No, mira, lo que quiero hacerte ver es por qué no va a haber una revolución.
- A ver...
- No va a haber una revolución porque con la boca pequeña decimos que hay que cambiar de sistema y con la boca grande chillamos que queremos conservar este. No va a haber una revolución porque el pueblo no quiere ninguna revolución: quiere esta mierda en todo su esplendor. No va a haber una revolución porque, salvo 4 jipis ecologistas, decimos lo contrario de lo que hacemos. No va a haber una revolución porque lo que queremos es que todo siga igual que antes. No va a haber una revolución porque, sencillamente, al sujeto revolucionario ni está ni se le espera. Desengañémonos ya con el "esto no puede durar", "por algún lado estallará", "no pueden tensar tanto la cuerda".
Habrá una revolución cuando el pueblo quiera cambiar realmente de sistema, cuando asumamos que podemos vivir perfectamente sin tanta chorrada, que no necesitamos para vivir y ser felices este ritmo de vida que es una frustración constante por no poder parecer. Habrá una revolución cuando queramos ser, no parecer. Y mientras tanto seremos cómplices del sistema, por mucho que chillemos consignas revolucionarias huecas, estúpidas, vacías.
- Creo que tienes razón, qué asco das.
- Pues voy a pedir dos cervezas más, que para una vez que me das la razón, esto hay que celebrarlo.
- Sí, eso, tú sigue con ese estilo de vida consumista mientras lanzas proclamas revolucionarias huecas, estúpidas, y ¿qué más dijiste? Tráete algo de picar también.
- Bah, por lo menos quédate con lo de que los de arriba caerán cuando no seamos cómplices de ellos, cuando queramos cambiar el sistema, no conservarlo.
- Lo que harás por convencerme de que los recortes del PP están muy bien, jajaja, ahora quieres hacerme ver que son ¡revolucionarios!
Un día la mataré. Sólo es esperar a que estas estúpidas leyes de género desaparezcan. Entonces la mataré y nadie podrá condenarme cuando les cuente...