Gafotas repelente.

Hablar de uno mismo siempre es, cuanto menos, "delicado". Hablar bien de uno mismo es asqueroso, no soporto a la gente que hace eso. Hablar mal de uno mismo siempre es sospechoso de victimismo barato. La única forma, a mi entender, correcta de hablar de uno mismo es la ácida, el sarcasmo, la autoburla, usar el humor como arma, como vacuna frente al ego desbordado o la pésima autovaloración.

Pero es que hoy me he despertado sintiéndome un tipo aburrido, gafotas, niño repelente, el tipo al que en el colegio le pegaban por rarito.

Me tiré la Nochevieja leyendo episodios históricos variados al tiempo que me emborrachaba. La gente bailaba, reía, chillaba a mi alrededor. Cuanto más bebía, más me enfrascaba en la lectura, más me sumergía en el texto, más difícil era sacarme de la traición de Don Julián, de la impostura de la Beauvoir, de las espectaculares formas de tortura inventadas por el humano, del incendio de Roma, de las asquerosas miserias de Leopoldo en el Congo, de...

Me siento un niño repelente gafotas marisabidillo, y no llevo gafas.

"¿Estás bien? ¿Estás serio por algo?", preguntaba Amada cada dos por tres. "Ponme un vino, porfa", respondía yo. "Ah, ya veo que estás en plena forma, pides con el mismo desparpajo que de costumbre".

Y así copa tras copa hasta que las letras se me mezclaban en la pantalla, ya casi era incapaz de entender lo que leía, de juntar las palabras y darle un significado, de centrarme en si fue a la Beauvoir a la que torturaron en un Toro de Falaris, o fue Hitler el de in hoc signo vinces.

Y cuando llegó ese momento, ese ya no poder leer, ese estar borracho como una cuba sintiéndome gafotas, jodido por no poder seguir leyendo, queriendo no haber bebido tanto para poder continuar sumergido en la Historia, me levanté e inicié vida social. Me llevó lo mío introducirme  en la vida social, hubo que rescatarme de siglos atrás, traerme a la actualidad, entender que Rajoy es el capullo que manda hoy, no un pretor destinado a España por la césar Merkel.

Y para cuando ya me ambienté, me introduje en la alcohólica y festiva sociedad, vino la oscuridad y ya no recuerdo nada más que flashes dispersos de mucho cantar, mucho bailar y mucha risa. No recuerdo la fiesta, recuerdo las barbaridades del Gran Salto Adelante maoista.

Soy un gafotas repelente, aburrido y follarranas.

La casa estaba relativamente limpia, eso sí, la gente no portose mal.

Feliz año 2012 les desean los gafotas repelentes.