Y la niña Juanita descubrió el capitalismo. (Cuento infantil).

La niña Juanita había sido muy buena, sacado buenas notas y cuidado y querido a sus hermanitos y sus papás (para los de la Logse: progenitor A y progenitor B). Se esforzaba la niña Juanita en ser buena, esperando, como tantos que se esfuerzan en ser buenos, recibir un premio a su bondad.

Bueno, a ver, que me lío, que esto es un cuento para niños. Retomo.

Y tan bien se portó la niña Juanita que sus papás, acabado el curso, concedieron a la niña Juanita un regalo a elegir por ella, siempre y cuando no fuese excesivamente caro.

No cabía en sí de gozo Juanita. ¡Cuánta felicidad! ¡Qué acertada estuvo al ser buena y chivarse a sus papás de todas las trastadas que hacía su hermanito pequeño! ¡Qué poco esfuerzo le parecía ahora haber estudiado viendo ya en el horizonte su merecido premio!

Pero... ¿qué pedir? El ansia superaba a Juanita que no acertaba, entre tantas cosas posibles a su alcance, a elegir una.

Paseando con su mamá por el centro, tuvo una revelación en el escaparate de una juguetería:

Con apenas un hilo de voz, quebrada por la emoción, apretó con su manita la mano siempre protectora de mamá y acertó a decir: "¡Mamá, mamá, ya sé lo que quiero! ¡Quiero la ballena-piscina!"

Sonrió mamá satisfecha de que al fin Juanita se hubiese decidido por un regalo. Vio en el escaparate la caja que contenía la ballena-piscina y pensó que sí; que en el chalet procuraría tardes de sana diversión a Juanita y a sus amiguitos.

- Mañana vendrá papá y te la comprará. 

No durmió Juanita pensando en ser la envidia de sus amiguitos. E incluso confeccionó mentalmente una lista de aquellos a los que invitaría a "su" ballena-piscina y permitiría que por el tobogán de su lomo se deslizasen antes de sumergirse en las cristalinas aguas vivificantes. Soñó que acariciaba los flancos de su ballena-piscina y le llamaba "mi ballenita" y otras cosas lindas. Pensó que mejor que su hermanito pequeño no se encaramase hasta lo alto del tobogán, no fuera a caer desde esa altura y se lastimase. No vio llegado el momento de llegar al chalet el sábado y que papá le montase la ballena-piscina.

Papá cumplió su cometido y al día siguiente trajo la caja que contenía la ballena-piscina. ¡Era enooorme! No dejó papá que Juanita abriese la caja, ni siquiera para que aspirase el aroma a goma que pronto iba a ser hinchada y transformada en tempo de diversión para Juanita y sus amiguitos. Hizo una minuciosa lista de amiguitos a invitar a los que comentó por el messenger las excelencias de la ballena-piscina, quizá exagerándolas un poquito en su emoción.

Y por fin llegó el sábado.

Llegaron los amiguitos pronto, después de comer, para asistir al evento del montaje de la ballena-piscina, ansiosos como estaban de disfrutar ya del vértigo del tobogán y la refrescante inmersión en sus aguas.

Y papá montó la ballena-piscina:

- Pero ¿esto qué reputa mierda es?- fue lo que exclamó Juanita, con gran escándalo de mamá, al ver que en la jodida mierda de ballena-piscina, así se extingan todas las putas ballenas pronto, no cabía ni ella. Mamá, muy azorada, preguntó a papá que si no se habría equivocado de talla...

- ¿Pero qué equivocación de talla, cariño? Si era talla única...

Empezaron a escucharse murmullos entre los niños a los que Juanita había invitado:  "vaya mierda, eso no vale ni pa cagar, me meo ahí y la lleno, vámonos al chalet de Lolita que tiene una piscina de verdad y no esta piltrafa".

Juanita fue la burla del verano en la urbanización. Se tomó como coletilla decir "una mierda como la ballena-piscina" o "eso vale pa menos que la ballena-piscina".

Empezado el nuevo curso Juanita decidió que iba a estudiar la zorra que parió al que diseñó la puta ballena-piscina, porque ella no pensaba pegar palo al agua. Se hizo una niña mala, empezó a fumar y beber, se prostituyó para pagarse las facturas del móvil, y acabó pocos años después de tertuliana de un programa de Tele 5. 

La encontré el otro día, drogada, como siempre, paseando por la calle, y aún años después de aquello me soltó su discurso pastoso de que todas las ballenas, delfines, e incluso sepias, debían ser exterminados sin compasión.

Sí, queridos niños, así fue como el capitalismo -¿qué sería del capitalismo sin la publicidad?- arruinó la vida de Juanita.

No se fíen de la publicidad, queridos niños, si no quieren acabar en el fango social tal y como acabó Juanita.

FUENTE.

Hale, me voy a dormir, que acabo de llegar y aún me dio tiempo a escribir una gilipollez.