Justicia machista, ¿o ella era ligera de cascos? Tragedia de tintes lorquianos.

Un caso bastante interesante para los juristas, en el que se entremezclan difusos conceptos como el honor, la lealtad, la venganza, el machismo soterrado... Y que además se ve afectado, a falta de legislación concreta, por los "usos y costumbres" que crean leyes.

En la pequeña aldea de Jatni, en Pakistán, el lugareño Sikander es un hombre como Alá manda y por lo tanto con deseos y energías vitales. 

De ella no conocemos el nombre, primer rasgo que nos indica cuán implantado está el machismo en esta sociedad que invisibiliza a las hembras incluso ante las tragedias.

Sikander va tan tranquilo el hombre por el campo, sin meterse con nadie... Pero el demonio acecha y toma forma en las turgentes formas de ella, que igualmente paseaba por el campo...y sola. (Quizá aquí deberíamos preguntarnos, para tratar de ser justos, qué buscaba ella paseando sola por el campo). Se van conjugando los ingredientes que cocinarán la tragedia lorquiana: el medio rural, un hombre y una hembra ambos en edad vital, calor, deseo, ese dejarse arrastrar sin pensar en las consecuencias, ese dejarse llevar por el ahora que pide paso con ansia sin pensar en el después, esa historia mil veces repetida en la humanidad y para la que parece no haber antidoto. Sikander, virilidad desbordada, no puede reprimir la llamada de la naturaleza, va hacia ella y la hace suya:

Y en verdad les digo que ante semejante ejemplar de hembra hay que estar muerto para no sentir el despertar en la entrepierna. 

Ya Juan Ramón Jiménez nos advirtió del peligro que supone fijarse demasiado en una hembra de tales características. Cambien Platero por Platera y no me digan que no les invade el deseo:

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas,las florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal.

"Cascabeleo con trotecillo alegre", aunque escrito en metáfora, cualquier adulto sabe perfectamente a lo que se refiere. No nos la cojamos ahora con papel de fumar.

Lenta, pero inexorablemente, van tejiéndose los hilos de la tragedia. Quieren sangre los dioses, porque sin sangre deslucen mucho las tragedias. El dueño de la burra, un campesino llamado Khan, atraído por las musas de lo trágico, sorprende a Sikander y a Platera en la explosión final del acto del amor. Ay, amor y muerte. Ay, Eros y Tánatos siempre tan indefectiblemente unidos. Khan considera a Platera adúltera ¿? (¿qué se la estaba tirando él también?) y allí mismo le da muerte de un disparo de escopeta. Ahora toca lo de "rosas escarlatas abriéronse en su pecho recién estrenado al amor" y cosas así. Cumplido el protocolo del flagrante cornudo: primero la mato a ella por puta, después a él por corneador, va a por Sikander que consigue escapar de milagro corriendo como un gamo, imagino, con los pantalones bajados.

Sikander busca refugio en manos del cacique local, lo que equivaldría a nuestro marqués lorquiano. Aplica el cacique la más estricta ley islámica, consideran igualmente adúltero a Sikander, quien protesta vehementemente su inocencia sin ser creído por la abundante base probatoria presentada en su contra. (¿Sería el tío un reconocido seductor de burras? ¿Lo grabaría alguien en el youtube? Yo quiero verlo de ser así...). Es Sikander condenado a una multa de 110.000 rupias (5 € al cambio o así, hasta que nos devalúen y sea al revés), de los cuales ha de abonar en el acto 50.000 so pena de muerte si no lo hace, y el resto en cómodos plazos.

Pero ni una palabra de recuerdo a ella, que tan dulcemente se entregó al vértigo de la pasión. Nada, ni un comentario, ni una elegía, ni un adiós.

Pues se lo hago yo:

Burra que burro ponías,

del amor fuiste a la muerte,

adiós, burra, ya inerte,

déjote aquí mi elegía.
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FUENTE.

El pasado lunes, un aldeano paquistaní ejecutó a su burra de un disparo en la cabeza al encontrarla "in flagrante delicto" con un lugareño llamado Sikander Alí.

La Jirga local, declaró que ambos eran adúlteros, por lo que se impuso al enamorado sobreviviente una multa de 110.000 rupias.

Según informa The International News, en la pequeña población de Jatni, Ghazi Khan, sorprendió a su burra con Sikander Alí en pleno acto amatorio, por lo que la consideró "kari" (adúltera) y asesinó en el acto. El justiciero agareno, también intentó dar muerte al seductor de la borrica, aunque éste pudo escapar y entregarse a un influyente cacique de la comarca al que confesó el escabroso incidente.

El cacique, basándose en la más sólida jurisprudencia islámica, dictaminó que ante las irrefutables pruebas presentadas quedaba acreditado que Sikander había mantenido un coito ilícito con la fallecida burra, por lo que debía ser considerado "karo" (adúltero) y condenado al pago de una multa de 110.000 rupias, de las cuales 50.000 debían abonarse inmediatamente y el resto en varios plazos.

Sikander Alí, proclamó vehementemente ante la Jirga (Asamblea Local) su inocencia, aunque no fue escuchado, habida cuenta de la abundante base probatoria presentada en su contra. Según sus airados familiares, de no haberse hecho efectiva la multa de 50.000 rupias en tiempo y forma, habría sido ejecutado como reo de un delito de adulterio. Sin embargo, lo que obvian estos "allegados" es que el lúbrico Sikander llevó a la perdición a la interfecta (la burra) por cuya cruel muerte, curiosamente, no se lamentan.

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Pd: esta página, la de la fuente, parece de un amarillismo con especial gusto por lo escabroso. Por lo menos me ha servido para reírnos un rato. No miento si digo que la que más pena me da es la borrica. Pero...son sus costumbres y hay que respetarlas.