Si llegan nuevos y no empiezan por aquí: PARTE I, no podrán hilar bien la narración. Ustedes mismos.
Llegaba nuestro despertar sexual que hasta entonces había sido curiosidad sexual, resumida en poco más que tratar de verle las bragas a las niñas, más por misterio que por vibración de la entrepierna.
Charo se quedó embarazada de Tonín hijo. Supongo que Tonín padre era tan macho que si no preñaba se quedaba como vacío y Charo era tan hembra que si no daba simiente a su macho del momento se sentía yerma. Tratándose de una veterana prostituta no me entra en la cabeza la posibilidad de un descuido, aunque todo pudo ser. Tonín grande reconoció a Tonín pequeño sin problemas, no sé por cuántos más sitios de España el semental iría plantando simiente.
De repente nos empezaron a interesar los intríngulis del sexo, pasábamos revistas de mano en mano y contábamos leyendas imposibles. A Carlos le empezaron a poner cachondo las trabajadoras de su madre. A nosotros nos asustaban, nos repelían. Aún no era el momento de las putas foráneas, muchas jóvenes y bonitas, y todo lo que había era producto nacional, sea putas profesionales, sea niñatas veinteañeras yonquis prostituyéndose por la dosis, cualquiera de las dos versiones a mí particularmente me parecían asquerosas.
Era la puta de bar una mujer fea, con los rasgos duros de vida marcada por mucho castigo, rasgos como tallados a hachazos, como si cada golpe de la vida hubiera conformado ora ojos, ora nariz, ora boca... De cuerpo casi nunca esbelto. Deslenguadas y procaces, de vuelta de todo, parecía que ganaban las procedencias de Castilla León, Andalucía, Extremadura y la parte noroccidental de la península, no obstante siempre estaba "la catalana", "la madrileña", la...
Parecían sacadas de un molde. Solían tener un esplendor efímero hasta los treinta y pocos, después, la que no había ahorrado y tenía luces para montarse algo o las escasas que "había retirado" alguien, arrastraba su miseria bajando al escalón de la calle, los chulos, los polvos baratos de abuelos sin dinero, el alcohol para aguantar tanta mierda...
Un tipo humano curioso, ya desaparecido como tantas cosas desaparecieron. Negué la posibilidad de que esas mujeres pudieran enamorarse. Hoy supongo, sé, que también lo harían, a su manera dura, deslenguada, lo harían. Si el alcohol es una válvula de escape el amor es otra. Negué la posibilidad de que las putas pudieran enamorarse y yo, aunque empezaba a atisbar la posibilidad del sexo deportivo, aún no desvinculaba sexo de amor -me enamoraba mucho- y ni siquiera sabía muy bien qué era eso del sexo. Lo del amor tampoco es que lo supiera nunca, sólo sé que me arrastraba sin saber por qué. Resultado: nunca me atrajeron las putas.
Pero Carlos estaba emputecido, para él era su normalidad. Empezó todo porque las chicas del bar de Charo también limpiaban la casa de ella, de Carlos, supongo que cobrando un extra, putas de tarde noche, chachas de mañana. Charo nunca estaba en casa, así que la Casa de Carlos era nuestro refugio natural. Fumeteos, tonteos con alcoholes imposibles tipo Peppermint (pronúnciese "pipermín") y similares, que más nos atraían por el color a gominola que por otra cosa, y de repente el sexo. No recuerdo cómo se llamaba la chica que limpiaba esa temporada en casa Carlos, era andaluza, eso es difícil de olvidar. Y era puta. Puta.
- ¿Nos la follamos?
Je... A ver quién es el gallo que le dice a Carlos que le da hasta cierto miedo eso tan oscuro, tan lejano, de follar.
- Pero no va a querer si no le pagamos, ¿no?
- A ellas les gusta y a mí me tratan con mucho cariño, vosotros sois mis amigos, claro que querrá...
Carlos detrás de la chica, ésta limpiando. Ni un pelo de tonta, maleada en la mirada de los hombres aunque fueran hombres niños:
- ¿Cal-lito, cace tra de mí?
- Que estás muy buena..
Ríe la puta, con risa franca, parece que satisfecha...
- Aaaanda er jodío. ¿Po tú taz vizto quere un renacuajo? Anda porai que ya tendrá tiempo deztaz coza, jodío...
Carlos que le echa las manos a las dos tetas al tiempo que dice "déjame que te las toque un poco". El bofetón que se debió oír en la portería y Carlos vivía en el octavo, la risa nuestra que se debió oír a dos manzanas.
A nuestras risas y la cara de pasmo de Carlos acariciándose la mejilla y murmurando "que hostia mas dao...", se sumó la risa contenida de la puta, que se le veía esforzarse por parecer seria:
- ¡Habraze vitto er niño zinvergüenza! Zi me vuerve a pon-né la mano encima ze lo lo digo a tu madre y verá qué contenta ze pone la Sharo...
- No, no, no le digas nada a mi madre, no, no lo hago más, de verdad.
Alivio generalizado; Dios no quiso que ese día follásemos. Lo cierto es que estábamos todos acojonados de que el asunto hubiese discurrido tal y como Carlos creía. Me temblaban las piernas antes de la risa liberadora del bofetón. Teníamos 11 años.
- Joder, qué hostia ma soltao la muy puta...
Si hay que creer a Carlos, un par de años más tarde se la follaría. Las putas no duraban un mes en un local como ahora, que hay que traer novedades semanales para que la clientela se motive, echaban más tiempo.
Niñas, el mundo se llenó de niñas, de dónde salieron tantas es un misterio, para mí que estaban ahí y, salvo a las amadas, no nos habíamos fijado en ellas a granel.
Alguien explicó el protocolo al que aún tardaríamos algo en llegar: 1) Cogerle la mano; si se deja pasar al siguiente punto. 2) Besar labios y si se deja morreo de meterle la lengua (los machos siempre pensando en meter) pasar al siguiente punto. 3) Tocar tetas por encima de la ropa (aquí ya me empezaba el vértigo sólo de oírlo, más adelante de hacerlo también me dio vértigo, pero aguante el tipo como un hombrecillo). 4) Tetas por dentro (¡me desmayo!) 5) Coño por encima del pantalón (¡no quiero oír más, no quiero oír más!) 6) Coño por dentro del pantalón por encima de las bragas (quiero morirme, Señor llévame contigo) 7) Coño por dentro de las bragas (yo ya me fui, incapaz de superar el vértigo, la desazón en el estómago, estoy muerto). Fin. De follar ni hablar aún.
Carlos tenía otro protocolo en mente, no necesariamente en escala ascendente: Que te la chupen, follar, que te la chupen y follar, que te la chupen, follar y que te la vuelvan a chupar.
Mientras Carlos imaginaba su protocolo, yo le hacía un poema a Marisa, que me atreví a entregarle, en el que me preguntaba por qué la quería: Te quiero. / ¿Por qué te quiero? / Por las frases cariñosas que escribiste en un papel, / por tu corazón sincero / y, bueno, porque te quiero.
(Por favor, no se rían, no hieran la sensibilidad de un niño).
Ya sé que no era Bécquer, no daba para más, pero apuntaba maneras con el "porque te quiero" final, que yo creo que quería decir "porque me sale de los cojones quererte, ¿te has enterado o te lo deletreo?", pero no me atreví.
Tres nuevas vecinas treintañeras llegan a la finca de Carlos. Con el tiempo supimos que recién habían aprobado una oposición a Hacienda, habían sido destinadas a nuestra ciudad, las tres eran de otras ciudades, y se habían montado casa juntas. Carlos lo resumió en "esas quieren rollo". Mis fantasías con treintañeras experimentadas no llegarían hasta mucho después, teníamos 12 años. Carlos era un precoz.
El plan, según Carlos, es sencillísimo: sólo hay que tocar al timbre de las tres treintañeras, y con voz muy sugerente mientras ¡nos acariciábamos el paquete!, y en este punto nos entraba la risa y Carlos tenia que empezar de nuevo la explicación. Hoy sé que Carlos veía porno, seguramente Charo y Tonín veían porno en casa y Carlos encontró el escondrijo de las cintas, esas tonterías no se le podían ocurrir a nadie sin haberlas visto.
De nuevo todos escondidos en la escalera mientras Carlos ejecuta el plan, amenazándonos con que nos vamos a quedar sin follar por gallinas y él se va a poner las botas. Llama al timbre, abre una de las chicas, Carlos tocándose el paquete, vergüenza siento hoy al recordarlo, pregunta a la chica algo trivial que no recuerdo con lo que él creería voz sugerente y a nosotros nos sonó a carajillero, la chica que le dice en tono hosco: "Mira, niño, no sé ni de qué me hablas", y portazo evidente, cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria.
Empezamos a quedar con chicas en pandilla. De repente Carlos sintió vergüenza. Vergüenza por el oficio de su madre, vergüenza por ser hijos de distintos padres, vergüenza por ser un pequeño putero frente a niñas cándidas, vergüenza por ser hijo del abismo y no tener una familia normal, vergüenza por sí mismo.
- Por favor, no digáis de qué trabaja mi madre, os lo pido por favor.
Inútil, éramos crueles. Cuando Carlos suponía la menor competencia frente a una niña, imaginen la manera rápida, rápidísima, de desactivarlo.
Empezamos a matar a Carlos, le cerramos la puerta a la redención, a las relaciones normales de la época, lo abocamos a eterno putero. No sabíamos lo que hacíamos, éramos crueles.
Continua en la PARTE IV.
Llegaba nuestro despertar sexual que hasta entonces había sido curiosidad sexual, resumida en poco más que tratar de verle las bragas a las niñas, más por misterio que por vibración de la entrepierna.
Charo se quedó embarazada de Tonín hijo. Supongo que Tonín padre era tan macho que si no preñaba se quedaba como vacío y Charo era tan hembra que si no daba simiente a su macho del momento se sentía yerma. Tratándose de una veterana prostituta no me entra en la cabeza la posibilidad de un descuido, aunque todo pudo ser. Tonín grande reconoció a Tonín pequeño sin problemas, no sé por cuántos más sitios de España el semental iría plantando simiente.
De repente nos empezaron a interesar los intríngulis del sexo, pasábamos revistas de mano en mano y contábamos leyendas imposibles. A Carlos le empezaron a poner cachondo las trabajadoras de su madre. A nosotros nos asustaban, nos repelían. Aún no era el momento de las putas foráneas, muchas jóvenes y bonitas, y todo lo que había era producto nacional, sea putas profesionales, sea niñatas veinteañeras yonquis prostituyéndose por la dosis, cualquiera de las dos versiones a mí particularmente me parecían asquerosas.
Era la puta de bar una mujer fea, con los rasgos duros de vida marcada por mucho castigo, rasgos como tallados a hachazos, como si cada golpe de la vida hubiera conformado ora ojos, ora nariz, ora boca... De cuerpo casi nunca esbelto. Deslenguadas y procaces, de vuelta de todo, parecía que ganaban las procedencias de Castilla León, Andalucía, Extremadura y la parte noroccidental de la península, no obstante siempre estaba "la catalana", "la madrileña", la...
Parecían sacadas de un molde. Solían tener un esplendor efímero hasta los treinta y pocos, después, la que no había ahorrado y tenía luces para montarse algo o las escasas que "había retirado" alguien, arrastraba su miseria bajando al escalón de la calle, los chulos, los polvos baratos de abuelos sin dinero, el alcohol para aguantar tanta mierda...
Un tipo humano curioso, ya desaparecido como tantas cosas desaparecieron. Negué la posibilidad de que esas mujeres pudieran enamorarse. Hoy supongo, sé, que también lo harían, a su manera dura, deslenguada, lo harían. Si el alcohol es una válvula de escape el amor es otra. Negué la posibilidad de que las putas pudieran enamorarse y yo, aunque empezaba a atisbar la posibilidad del sexo deportivo, aún no desvinculaba sexo de amor -me enamoraba mucho- y ni siquiera sabía muy bien qué era eso del sexo. Lo del amor tampoco es que lo supiera nunca, sólo sé que me arrastraba sin saber por qué. Resultado: nunca me atrajeron las putas.
Pero Carlos estaba emputecido, para él era su normalidad. Empezó todo porque las chicas del bar de Charo también limpiaban la casa de ella, de Carlos, supongo que cobrando un extra, putas de tarde noche, chachas de mañana. Charo nunca estaba en casa, así que la Casa de Carlos era nuestro refugio natural. Fumeteos, tonteos con alcoholes imposibles tipo Peppermint (pronúnciese "pipermín") y similares, que más nos atraían por el color a gominola que por otra cosa, y de repente el sexo. No recuerdo cómo se llamaba la chica que limpiaba esa temporada en casa Carlos, era andaluza, eso es difícil de olvidar. Y era puta. Puta.
- ¿Nos la follamos?
Je... A ver quién es el gallo que le dice a Carlos que le da hasta cierto miedo eso tan oscuro, tan lejano, de follar.
- Pero no va a querer si no le pagamos, ¿no?
- A ellas les gusta y a mí me tratan con mucho cariño, vosotros sois mis amigos, claro que querrá...
Carlos detrás de la chica, ésta limpiando. Ni un pelo de tonta, maleada en la mirada de los hombres aunque fueran hombres niños:
- ¿Cal-lito, cace tra de mí?
- Que estás muy buena..
Ríe la puta, con risa franca, parece que satisfecha...
- Aaaanda er jodío. ¿Po tú taz vizto quere un renacuajo? Anda porai que ya tendrá tiempo deztaz coza, jodío...
Carlos que le echa las manos a las dos tetas al tiempo que dice "déjame que te las toque un poco". El bofetón que se debió oír en la portería y Carlos vivía en el octavo, la risa nuestra que se debió oír a dos manzanas.
A nuestras risas y la cara de pasmo de Carlos acariciándose la mejilla y murmurando "que hostia mas dao...", se sumó la risa contenida de la puta, que se le veía esforzarse por parecer seria:
- ¡Habraze vitto er niño zinvergüenza! Zi me vuerve a pon-né la mano encima ze lo lo digo a tu madre y verá qué contenta ze pone la Sharo...
- No, no, no le digas nada a mi madre, no, no lo hago más, de verdad.
Alivio generalizado; Dios no quiso que ese día follásemos. Lo cierto es que estábamos todos acojonados de que el asunto hubiese discurrido tal y como Carlos creía. Me temblaban las piernas antes de la risa liberadora del bofetón. Teníamos 11 años.
- Joder, qué hostia ma soltao la muy puta...
Si hay que creer a Carlos, un par de años más tarde se la follaría. Las putas no duraban un mes en un local como ahora, que hay que traer novedades semanales para que la clientela se motive, echaban más tiempo.
Niñas, el mundo se llenó de niñas, de dónde salieron tantas es un misterio, para mí que estaban ahí y, salvo a las amadas, no nos habíamos fijado en ellas a granel.
Alguien explicó el protocolo al que aún tardaríamos algo en llegar: 1) Cogerle la mano; si se deja pasar al siguiente punto. 2) Besar labios y si se deja morreo de meterle la lengua (los machos siempre pensando en meter) pasar al siguiente punto. 3) Tocar tetas por encima de la ropa (aquí ya me empezaba el vértigo sólo de oírlo, más adelante de hacerlo también me dio vértigo, pero aguante el tipo como un hombrecillo). 4) Tetas por dentro (¡me desmayo!) 5) Coño por encima del pantalón (¡no quiero oír más, no quiero oír más!) 6) Coño por dentro del pantalón por encima de las bragas (quiero morirme, Señor llévame contigo) 7) Coño por dentro de las bragas (yo ya me fui, incapaz de superar el vértigo, la desazón en el estómago, estoy muerto). Fin. De follar ni hablar aún.
Carlos tenía otro protocolo en mente, no necesariamente en escala ascendente: Que te la chupen, follar, que te la chupen y follar, que te la chupen, follar y que te la vuelvan a chupar.
Mientras Carlos imaginaba su protocolo, yo le hacía un poema a Marisa, que me atreví a entregarle, en el que me preguntaba por qué la quería: Te quiero. / ¿Por qué te quiero? / Por las frases cariñosas que escribiste en un papel, / por tu corazón sincero / y, bueno, porque te quiero.
(Por favor, no se rían, no hieran la sensibilidad de un niño).
Ya sé que no era Bécquer, no daba para más, pero apuntaba maneras con el "porque te quiero" final, que yo creo que quería decir "porque me sale de los cojones quererte, ¿te has enterado o te lo deletreo?", pero no me atreví.
Tres nuevas vecinas treintañeras llegan a la finca de Carlos. Con el tiempo supimos que recién habían aprobado una oposición a Hacienda, habían sido destinadas a nuestra ciudad, las tres eran de otras ciudades, y se habían montado casa juntas. Carlos lo resumió en "esas quieren rollo". Mis fantasías con treintañeras experimentadas no llegarían hasta mucho después, teníamos 12 años. Carlos era un precoz.
El plan, según Carlos, es sencillísimo: sólo hay que tocar al timbre de las tres treintañeras, y con voz muy sugerente mientras ¡nos acariciábamos el paquete!, y en este punto nos entraba la risa y Carlos tenia que empezar de nuevo la explicación. Hoy sé que Carlos veía porno, seguramente Charo y Tonín veían porno en casa y Carlos encontró el escondrijo de las cintas, esas tonterías no se le podían ocurrir a nadie sin haberlas visto.
De nuevo todos escondidos en la escalera mientras Carlos ejecuta el plan, amenazándonos con que nos vamos a quedar sin follar por gallinas y él se va a poner las botas. Llama al timbre, abre una de las chicas, Carlos tocándose el paquete, vergüenza siento hoy al recordarlo, pregunta a la chica algo trivial que no recuerdo con lo que él creería voz sugerente y a nosotros nos sonó a carajillero, la chica que le dice en tono hosco: "Mira, niño, no sé ni de qué me hablas", y portazo evidente, cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria.
Empezamos a quedar con chicas en pandilla. De repente Carlos sintió vergüenza. Vergüenza por el oficio de su madre, vergüenza por ser hijos de distintos padres, vergüenza por ser un pequeño putero frente a niñas cándidas, vergüenza por ser hijo del abismo y no tener una familia normal, vergüenza por sí mismo.
- Por favor, no digáis de qué trabaja mi madre, os lo pido por favor.
Inútil, éramos crueles. Cuando Carlos suponía la menor competencia frente a una niña, imaginen la manera rápida, rápidísima, de desactivarlo.
Empezamos a matar a Carlos, le cerramos la puerta a la redención, a las relaciones normales de la época, lo abocamos a eterno putero. No sabíamos lo que hacíamos, éramos crueles.
Continua en la PARTE IV.
Sigo atento. Esto empieza a ser duro, de verdad.
ResponderEliminarsaludos
El protocolo me encanta, pero los comentarios entre paréntesisi son buenísimos: me desmayo; no quiero oír m.as, no quiero oír más;.......;o ya me fui, incapaz de superar el vértigo, la desazón en el estómago, estoy muerto
ResponderEliminarBuenísimo Descla
¿Todo eso con 11-12 años? Madre mía, madre mía. Pues mis alumnos de 12 años son unos atontolinados que sólo piensan en jugar al fútbol.
ResponderEliminarEl niño escribe poemas y aprende un protocolo serio, al mismo tiempo que Carlos le enseña el antiprotocolo. Pues no está mal ir aprendiendo al mismo tiempo A y B.
ResponderEliminarCreo que no le pagasteis bien lo que os enseñó.
Desclasado, vas bien.
Creí que terminaba en la tercera parte, pero por el ritmo que lleva nos va a coger la primavera. ten cuidada que se nos altera la sangre más de la cuenta, ja, ja.
Txema, es duro.
ResponderEliminarCarmela: que de verdad que me mareaba, jajaja. aún hoy me dan vértigos...
Koti: sin Carlos todo eso no hubiera tenido cabida.
Blue: no, si el B lo aprendimos en su tiempo, pero no estuvo mal el A en su momento, no soy tampoco partidario de saltarme etapas y perdérmelas.
Claro, está bien pasar todas las etapas, cada una en su momento y, a ser posible quemarlas, pero no siempre se tiene la oportunidad o no se sabe o nosequemás.
ResponderEliminarMe da vértigo de leerte...
ResponderEliminarMe da vértigo porque pienso que tampoco está nada mal el protocolo A: manos, besos, tetas por fuera, por dentro...
ResponderEliminarEsto... ya me iba.
Joder! Digo como Koti. 11 años?
ResponderEliminarMi hijo tiene 15 y la niña 12 y ... bueno... no sé... Mejor lo dejo, porque hace un año estaban todo el día viendo la mierda de Física y Química y ahí parecía que todo iba de sexo... y estaban enganchados. Ahora al Mentalista.
La parte final me parece curiosa... bueno, más que curiosa, triste. O dura, como bien ha dicho Txema.
Y lo vuelves a dejar sin terminar.
Ya te vale.
David, lo mismo que a Koti: sin Carlos todo eso no hubiera tenido cabida y, además, tampoco teníamos ni puta idea, sólo que oíamos muchas cosas y la mayoría muy fantasiosas (entendiendo por fantasías que alguien nos la fuera a chupar a nuestra edad y época).
ResponderEliminarY si la hago de tirón me matáis, jajaj. Lo cierto es que a medida que escribo me asaltan recuerdos y pienso: ¿cómo no contra esto para que se entienda todo?
Vamos, que no os preocupéis por vuestros hijos que no creo yo que...
ResponderEliminarYo con once estaba en babia en asuntos de sexo, las cosas como son (más en babia todavía que ahora, glabs).
ResponderEliminarLlegaba a lo del vientre materno y tal, pero con la ayuda de los ejemplitos de abejas y flores. Oh, que precocidad tan lasciva, jajaaj.
Saludos tardodomingueros, Descla.
Voy a tomar fuerzas para leer a Koti (La homérica)
ResponderEliminarYo/nosotros también en Babia, pero alguien nos contaba, sólo eso nos distinguía de la Babia absoluta.
ResponderEliminar(Sigo en Babia, pero disimulo de la hostia).
Espero con el antihistamínico al lado. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPues si que erais precoces si...
ResponderEliminarYo creía que Carlos palmaba en este capitulo, pero mejor que no...jajaja
Salud
Los niños de hoy, como nunca están en la calle, ni A ni B. Viven la vida de otros por la tele, viendo series como las que dice David. Y eso tampoco es nada raro ni nos tiene que extrañar porque muchos mayores lo hacen también.
ResponderEliminarGenín...quedó cortadito a la altura del moflete...aaaay.
Bicos demornin.
jajaja no distinguía ni papa del perfil de Genín y ahora distingo las manitas y una pierna. Que mala es la presbicia
ResponderEliminarJOder!y yo le arreaba una patada por la espinilla al que con 14 me mirara un poco más alelao de lo normal...eso sí,fantasías con los mayores...eso no sé a qué edad empieza...siempre me enamoraba de los amigos de mis hermanos,precisamente porque no tenían peligro...lo platónico siempre mola más...porque no lo vas a conseguir,que es lo que quieres,no conseguiro...
ResponderEliminarMi chiquitaju1 se tapa los ojos si se besan en los dibus...siete añitos ,mi niño,qué dulce...todavía...
Achuchones!!!
Escribe la novela ya!
ResponderEliminarGenín, Carlos duró mucho, ya verás.
ResponderEliminarBlue: si dejas un niño en la calle ahora te lo violan, es normal que hagan vida interior.
Carmela: pues yo me tuve que fijar...
India: tú también eras rariña, que diría la otra, eh.
Amor: gracias. Cuando esté te la dedicaré así en plan críptico.
Interesantes protocolos, plan a y b, etc.
ResponderEliminarLo mejor es esa inocencia con que se hacian los planes.
Me da pena Carlos, imagino que no tuvo oportunidad de hacer una vida muy normal, y es normal, los niños son crueles, inevitable, y mas si compiten.
Espero la continuacion, el final me entristecio un poco.