martes, 9 de febrero de 2010

Día de pintura y pequeñas traiciones asumibles.

Me lo dijo hace unos días mi amada, poniendo esa cara dulce que ella sabe: ¨¿Me ayudarás a pintar la terraza de mi casa?¨ Cara dulce, tono meloso, caidita de ojos: date por jodido, Desclasado. ¨Sí, claro. ¿Tienes ya la pintura, rodillo, brochas, cubeta, etcétera?¨ - contesté.
¨No, te doy el dinero y lo compras tú, que sabrás lo que hace falta...¨- Caidita de ojos de nuevo y adivinen quién estaba a la mañana siguiente en la tienda de pintura...
Aún me dijo: ¨Yo si quieres te ayudo a otra cosa cuando te haga falta en tu casa...¨ Esto es lo que más me intriga: yo ya estaba derrotado, cautivo y desarmado; no tenía ninguna necesidad de esa coletilla. Supongo que en su juego, prefiere pensar que es ¨buena¨ y a cambio devuelve el favor, no queda en deuda, cuando sabe que a mí me importa una mierda el favor; no lo considero tal.
Cosas de amadas... Aún me permito una pequeña venganza y le digo: ¨Por cierto, a ver si retomas lo de ir a correr, que se te va a poner el pandero como los tambores de Calanda¨. Sonríe angelical: ¨Ah-ja-ja-ja. Pues sí, será cuestión de retomarlo¨ Está claro, que le diga lo que le diga, va a sonreír de forma angelical: se sabe victoriosa hoy.

Y ha llegado el día. A pintar se dicen. Terraza cubierta, unos 60 metros cuadrados, totalmente cuadriculada, no problemo técnico. Los ¨problemas¨ han venido por otro lado...
.
Una temporada, unos meses, de buscavidas juvenil trabajé de pintor de brocha gorda. Un trabajo bonito que abstrae viendo como das color a las cosas. Pinté casas, fachadas de fincas, aprendí a perder el vértigo al caminar sobre andamios bailongos a muchos metros sobre el suelo cargado con pozales de pintura. Me ¨ahijó¨ estando yo en el paro, un viejo comunista al que llamábamos ¨el profesor verdura¨ porque tenía una vena ecologista jipi muy acentuada. Mientras nos enseñaba a pintar y trabajábamos, nos instruía doctrinalmente, de forma amena, en el marxismo leninismo, nada de desviaciones trosquistas. Tipo honesto al que recuerdo con cariño: cuando se cobraba distribuía muy equitativamente el parné, teniendo en cuanta que él era el maestro y los demás aprendices. Posteriormente en las vueltas de la vida, alguna que otra vez me ha tocado desempolvar los pinceles.

A estas alturas ya pueden suponer que de pintura de brocha gorda, sin ser el Leonardo de la década, algo sé.

A pintar tocan. Vaciamos la habitación. Destornillador en ristre, quito estanterías, espejos, lámparas... Mi amada, a la que en adelante llamáremos ¨María¨ por ponerle nombre, hace cosas incomprensibles como ponerse a querer fregar antes de pintar. Cosas de amadas. Habitación desnuda. Asumo con naturalidad el papel director, sin discutirlo ni atisbo de duda  de que quepa discusión. Viril, seguro, ordeno: ¨Bien, empapa todo el suelo y mientras yo tiro de rodillo tú vas por la parte contraria de la habitación haciendo cantos, esquinas y bordes de ventana y puertas con el pincel pequeño¨. ¡Ah, compadres! que no me había dado cuenta de que estoy en su casa y en su habitación. No tarda en recordármelo:

- No, vamos a poner todo el suelo lleno de papel de periódico extendido.
(Tono paternal, didáctico) - María, verás...eso del periódico es un pringue porque la pintura que cae hace que el papel se te pegue a la suela del zapato y lo arrastres y no consigues nada más que montar un estropicio. Mojando el suelo, las gotas no agarran, y con una mochada posterior, asunto arreglado.

(10 minutos más tarde, lo que nos costó llenar el suelo de putos papeles de periódicos con fotos de caretos en blanco y negro, de políticos subnormales).

- Bien, entonces ¿lo hacemos así? ¿Tiro yo de rodillo y vas tú por la parte contraria haciendo rincones con el pincel?
- Vale.

(De momento un empate. Temí que quisiera ella tirar de rodillo, temí ventanas y puertas y yo mismo salpicado. Queda mucho partido aún y no hay nada escrito. La moral, aún alta).

La radio puesta. Una emisora de esas de éxitos de los 60, los 70 y los 80, rollo mucho Areta Franklin, mucho Earth, Wind and Fire y algo de rock. Una emisora de esas que te ponen una buena (para mi gusto) y tres o cuatro de pastelón (para mi gusto).

Empiezo con los techos. De momento bien. Casi consigo ningún goteo y los periódicos no se me pegan a las plantas. Tengo una cubeta llena de pintura para el rodillo, un pozal pequeñito para que María moje el pincel y una cubeta con agua, donde, le insisto a María, hay que dejar pinceles y brochas cuando no se estén usando.
¿Se tiene intuición masculina? Pues si no se tiene algo me avisa. Un ruidito de disgusto de María, quizás. Me vuelvo: María ha sacado un pincel de la cubeta del agua SIN ESCURRIR EL AGUA, lo ha metido en la pintura, SIN ESCURRIR LA PINTURA, y el resultado en la pared lo pueden imaginar, yo aún lo veo en mi mente: las putas cascadas del Iguazu cayendo por una rinconera hasta el suelo.

(Tono aún contenido) - Pero María, tía, joder ¿qué haces?
- Es que chorrea mucho esto...
- ¿Pero no has enjuagado el pincel?
- Tú no me has dicho que lo haga.
(Cara de pasmo mía. Tono aún contenido) - No te he dicho que lo hagas porque como eres tan listita y no me has dejado organizar la pintada, suponía que su eminencia sabría que los putos pinceles se escurren.
- Pues mire, señor Dalí, eso no lo sabía.

Vale, me dirijo hacia ella para cogerle los pinceles y enseñarle a escurrirlos, sobreviene lo inevitable: las gotas pegadas a mi suela me hacen arrastrar los papeles pegados a mis pies. Exclamo una cosa muy fea que me callaré por si lo leen niños. Hay que proteger a los niños.
Le enseño a escurrir los pinceles, primero de agua y después de pintura. Le enseño a meter sólo la punta de pincel en la pintura y no hasta el mango. El caso es que esta guapa, la muy bruja.

Seguimos pintando y algo se me activa: pienso que si voy, unto mi dedo en la pintura y le pinto la nariz, y ella me devuelve el gesto con risa pícara, podemos acabar pintándonos pero de aquella manera. Cuantas más vueltas le doy, más claro lo veo. A ello, camarada, que los cobardes sobreviven pero nadie los recuerda. Voy y lo hago, le pinto la nariz en un gesto rápido.

- ¿Qué haces?
- Pues ya ves, te pinto la nariz.
- ¿Y eso?
- No debo emitir hoy bien. Pensaba que me la pintarías tú a mí y que podíamos acabar requetepintados el uno al otro.
- Ya, claro, tú no sabes lo que cuesta quitarse del pelo la pintura. Anda, vamos a acabar de pintar, a la habitación me refiero.
- Recibido.

Eros derrotado por L´Oreal. Y aún nos quieren hacer creer que el uso de L ´Oreal es para estimular a Eros. Y una mierda. La publicidad nos engaña, amigos. Deberé esperar para intentar llevar a cabo esta fantasía, a estar con otra chica que:
a) Esté tan chalada como yo.
b) Lleve el pelo rapado en plan malota.
c) Esté recibiendo quimioterapia y aún le queden ganas de jugar.

El blanco nuevo va ganando terreno al blanco sucio viejo. Esta vez no es sexto sentido, esta vez es que, como a los chiquillos, la vigilo por el rabillo del ojo para que no haga trastadas. María está fregando con un estropajo la pintura que ha manchado el borde de una ventana (se nos acabó el precinto) y de nuevo ha salpicado toda la pared recién pintada, de agua.

- Hostia, María, de verdad, detrás de una haces otra. Esto es maltrato sicológico...
- Pues sí, debería denunciarte por la forma como me hablas.
- Lo-que-me-faltaba: el maltrato sicológico me lo estás haciendo tú a mí, querida, que me tienes de los nervios.

Y se ríe encantadora, angelical: ¨Ah-ja-ja-ja¨. Ya digo que encima está guapa, la bruja.

Acabamos por fin de pintar y Satanás me ofrece en bandeja mi oportunidad, que rechazo porque debo ser un calzonazos. María está rodillas en tierra, limpiando con estropajo los rodapiés. El suelo mojado porque al final, harto de andar como los payasos de la tele con papelotes pegados a la suela, impuse mi técnica de suelo empapado. María, arrodillada en el suelo mojado ¡está fregando los enchufes con un trapo mojado! Ni así, caballeros, ni así se las ponían a Fernando VII. Sólo Dios y yo sabemos lo que me costó no callarme. Sólo Dios y yo sabemos que tentado estuve de decirle: ¨Pero, mujer, aprovecha y friega los agujeritos también, para que haga mejor conexión lo que enchufemos y ahorremos energía¨
Pues no, cínico, le digo:

- A ver si hay suerte y te electrocutas, que me han dicho que las electrocutadas suelen ser gente callada.
- Ah, jo, pues sí, no me había dado cuenta, qué tonta...

Faena terminada. Duchados. Ahora de nuevo, pone la carita dulce que ella sabe. Cara dulce, tono meloso, caidita de ojos: ¨Va, te invito a unas cervezas en la terraza de tal sitio¨. Date por (esta vez dulcemente) jodido, Desclasado...

Addenda: ¿Recuerdan ustedes la película de Indiana Jones, creo que la primera, que llega Indiana a un sitio de por Mongolia o por ahí y se encuentra con una chica flacucha, que, se ha picado a beber alcohol con un gigantón mongol y la chica tumba al gigantón? ¿Sí, la recuerdan? Pues esa era una alumna no muy aventajada de María bebiendo cervezas.

Y dejaremos para otro día las ¨pequeñas traiciones asumibles¨ que pensaba mientras estaba abstraído pintando, porque se me ha comido el tiempo y tengo que salir.

El Desclasado ha hablado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Caminante que por aquí recalas: si me comentas en una entrada antigua es probable que no te conteste por no ver tu comentario. Pero no por ello te prives.