Oda a una papada.

Pues que me aburría en una reunión de resultados totalmente previsibles -y no me he equivocado- , una de esas situaciones donde todo el mundo sabe que el pescado ya está vendido, pero todo el mundo quiere escucharse a sí mismo lo bien que habla y de paso aburrir al resto, que espera el turno de su minuto de gloria para engolar la voz y aparentar seguridad en sí mismo discurseando. Gilipolleces protocolarias de esta España que se nos va de las manos por momentos, pero parece que no nos hemos dado cuenta de que la fiesta se acabó ya hace un rato, y seguimos con nuestra tónica de aparentar y no ser. Así que no sé por qué me ha dado por pensar en papadas, mientras ponía cara de estar interesado en el discurso del ególatra de turno y, aparentando tomar notas, pues que he hecho un poema.

Cuando me ha tocado hablar a mí, he dicho que me resultaba imposible mejorar lo ya expuesto por mis compañeros. No se lo han creído, como siempre, lo veía en su cara, yo no sé por qué creen que no les admiro.

Esta foto la pongo no por nada; para que nuestra excelentísima ilustrísima sapiencísima Ministra de Sanidad tenga en cuenta el problema de la mala alimentación y del hambre que pasan en África y esos sitios de pringaos. No haber sido negros, joder, y haber nacido en la familia adecuada, y ahora podrían ser ministros sin saber hacer la O con un canuto. ¿O no? Vamos, pero que no tiene nada qué ver la oda con la Ministra, eh.

Papadas... muchas hubieron
a lo largo de la historia,
pero no todas tuvieron
quince minutos de gloria.

Hay papada tabernaria,
papada de cardenal,
papada patibularia
y papada sin rival.

De esta última hablaremos,
de ese papo campeón
que tritura los baremos
de cualquier pueblo o nación.

Es papada de ministra,
ministra de no santidad,
por ella escribo esta ristra
con gozosa amenidad.

¡Oh, gran papo de tan bella!
¡Oh, qué gran carnosidad!
¡Oh, qué belfo de camella!
¡Oh, cuán gran humanidad!

Si fuese barco, el Titánic.
Si edificio el Capitolio.
Si país la Unión Soviétic.
Si empresa, eres monopolio.

Un Sahara si desierto.
Si cérvido, eres un alce.
De Rotterdam eres puerto.
Si eres pie no encuentras calce.

El Everest si montaña.
Indurain si eres ciclista.
Cabe en tu papo Bretaña.
Kasparov si ajedrecista.

Te caben cien butifarras
en ese papo tan gordo.
Te entran quince guitarras
y no llegan a tocar fondo.

Diez jabalís te comiste
sin llegar a estar saciada,
así que ¿qué es lo que hiciste?:
mil kilos de garbanzada.

De visita por Nigeria
Tres mil búfalos papaste.
Y cuando fuiste a Siberia
un abetar te aventaste.

Deforestaste Galicia,
comiste hasta los rastrojos
tragando con avaricia.
Ya no quedan ni matojos.

Pasaste por Aragón
y te comiste a los maños.
También comiste un camión
y de una fuente los caños.

¿Dónde está el Teide?, preguntan
entristecidos canarios,
después que tú, marabunta,
pisaste aquel escenario.

Lo que era huerta murciana
ahora se llama desierto,
cuando con hambre africana
hiciste un erial de un huerto.

Te bebiste el Duero entero.
sin quedar con ello hartada.
Y ahora hay un gran agujero:
Zamora por ti fue tragada.

¡Dios mío!, ¿y la Giralda?
Exclaman los sevillanos.
Entre tu pecho y espalda.
Apetitos draconianos.

La papada que no cesa,
el camino sin destino,
la infinidad que no pesa,
buche de piel traga vino.

Papada triste de panceta,
yo te canto al guitarrón.
Tu boca como una arqueta.
Tu cuello como un melón.

Ya has tenido tu poeta.
¿Puedes darme subvención?
¿Acaso mejor esteta
te haría mejor canción?