miércoles, 25 de enero de 2012

Últimos días del hombre que declaró la guerra a Franco: Quico Sabaté.

Advertencia para espíritus sensibles: van a salir fotos de cadáveres reales. Ustedes mismos.
El 28 de septiembre de 1955, Franco, Franco, Franco, visita Barcelona.
Ese mismo día un hombre fornido, fuerte acento catalán, maneras decididas, toma un taxi descapotable. El taxista, hombre afortunado, va a vivir un momento histórico: el pasajero es policía y tiene una misión para la mayor gloria del Caudillo; van a pasear por toda la zona donde la gente se apelotona al paso de Franco y el policía, descapotando el taxi y mediante un ingenioso mortero, lanzará propaganda hacia los cielos barceloneses loando al Caudillo, para que las multitudes recojan los pasquines y puedan leer las gestas de Franco.
Podemos imaginar que el taxista no cabe en sí de contento, ya verá su mujer cuando se lo cuente, seguro que algún premio le cae.
El plan sale a la perfección y el pasajero va lanzando mediante el mortero cientos de pasquines a los cielos barceloneses mientras el taxi sigue la ruta ordenada. En esos pasquines los barceloneses pudieron leer en castellano y en catalán lo siguiente:

“Pueblo antifascista: Son ya demasiados los años que soportas a Franco y a sus sicarios. No basta hacer la crítica de este corrompido régimen de miseria y de terror. Las palabras son palabras. La acción es necesaria. ¡Abajo la tiranía! ¡Viva la unión del pueblo español! Movimiento Libertario de España. Comité de Relaciones”


Podemos suponer que el taxista, ya verá su mujer cuando se lo cuente, recibió su premio siendo interrogado en alguna comisaria de policía.
El extraño pasajero era Francisco Sabaté Llopart, "Quico". Había perdido a hermanos y amigos en la lucha antifranquista. Había sido traicionado por una CNT liderada por la Montseny que pasteleaba con monárquicos en el exilio. Había roto su amistad con su inseparable compañero, también guerrillero, José Luis Facerías, por tratar este de convencerlo para seguir en el seno de una domada CNT en el exilio. El extraño pasajero era el hombre que le había declarado, en solitario, la guerra a Franco. Y, para desgracia de unos y alegría de otros, la partida la iba a ganar Franco, la desproporción de fuerzas era imposible de superar.
Quico probando su mortero lanza-propaganda

El 17 de diciembre de 1959 un grupo de 5 hombres, guerrilleros anarquistas capitaneados por Quico Sabaté, cruza a pie la frontera entre Francia y España por la provincia de Gerona. Eludiendo primero a las patrullas fronterizas francesas, después a las españolas, consiguen llegar el 3 de enero, 17 días más tarde, a la pequeña población también gerundense de La Mota, cercana ya a Gerona, donde se refugian en una masía próxima: el Mas de Clara.
La versión más probable nos cuenta que la Guardia Civil estaba avisada de la llegada de este grupo y los esperaba, convirtiéndose su estancia en España, desde su entrada, en un macabro juego del gato y el ratón. 
Nadie sabe, no quedó nadie para contarlo, por qué un grupo experimentado de guerrilleros, sabiéndose desde siempre perseguidos e infiltrados por las fuerzas policiales franquistas en Francia, eligen una hondonada, una ratonera, para ocultarse en vez de "aplastarse al monte" tal y como era la táctica más efectiva en este tipo de operaciones.
Mas de Clara.
Escondidos en la masía, el grupo ordena a la mujer de la casa ir a comprar comida al pueblo. Queda su marido de rehén para evitar delaciones. La señora cumple el pacto y no delata a los guerrilleros. Pero es inútil: la inusual cantidad de comida comprada despierta la atención del tendero, que pone en conocimiento de la Guardia Civil este dato. Empieza la cacería de la que ninguno saldrá vivo, pero nos dejará uno de los episodios más espectaculares de la lucha antifranquista.
Según versiones, hasta 300 guardias civiles participaron en el cerco al mando del teniente coronel Rodrigo Gayet, jefe de la Comandancia que, me atrevo a asegurar, no estaba dispuesto a dejar escapar vivo al "enemigo número uno" del Régimen por aquellas fechas.
Los hagiógrafos de Quico nos cuentan que ya antes del cerco el nerviosismo había cundido en el interior de la masía, divididos los guerrilleros entre la conveniencia de seguir adelante o volver a Francia sabiéndose perseguidos. Al parecer, según nos cuentan, la respuesta de Quico fue, en varias ocasiones,: "Yo no retengo a nadie".
Sólo se pueden entender estos datos por dos posibles causas: o los hagiógrafos de Quico son espiritistas y consiguieron hablar con los muertos, o la pareja de propietarios cautiva tuvo acceso a estas conversaciones y las declaró a posteriori. Tomaremos la segunda versión para no romper el encanto y, en adelante, no aclararé más que estos datos hay que tomarlos con mucha cautela. El resultado, en cualquier caso, fue el mismo: unos cuantos fiambres. No obstante, el biógrafo más que hagiógrafo, Joan Ventura i Ballve, realizó un trabajo de seguimiento e investigación de los últimos días de Quico, rastreando y entrevistando  a todos aquellos y sus descendientes que pudieran aportar luz a estos hechos. Podemos, pues, fiarnos generalmente de lo expuesto.
Y empieza la fiesta: llegada la Guardia Civil a la masía se les conmina a rendirse. Quico ordena a la pareja propietaria refugiarse en un rincón y no moverse de allí, al tiempo que distribuye a sus hombres por la planta baja y el piso. La ensalada de tiros se alarga hasta las seis de la tarde, momento que, ya de noche, esperaba Quico para tratar de romper el cerco del enjambre de guardias y escapar de la ratonera. Primero intentan salir dos guerrilleros, el más joven y otro. Se oye fuerte tiroteo y enseguida vuelven ambos, heridos, uno levemente en el brazo y el otro con un tiro en la cabeza. Intentan salir otros dos más. Sólo vuelve uno, igualmente herido. Quico llama al otro, que, malherido, contesta: "¡No salgas, Quico, no salgas que te matarán!" Quico no hace caso de la recomendación, sale y rescata al guerrillero malherido. Prosigue el asedio haciendo Quico de enfermero y disparando de cuando en cuando una ráfaga por la ventana para mantener a raya a los guardias.  Los heridos proponen a Quico un ardid: gritar que se rinden y que aproveche Quico la confusión para escapar porque: "A nosotros como estamos heridos nada nos harán". Se resiste Quico a abandonarlos, pero al final impera el sentido común e intenta la huida. Antes de escapar, Quico venda el brazo al más joven y le dice que se oculte en un horno de piedra y no salga de allí hasta que todo termine. Desde el establo suelta una vaca y protegiéndose en el flanco de la bestia, al tiempo que usa el lomo como tronera para disparar, intenta pasar. No hay vaca que resista decenas de impactos de bala; el animal cae fulminado y Quico consigue regresar a la casa con sólo un raspón en el cuello que tapa con unas vendas. Con la segunda y última vaca del establo tiene más suerte y el animal no se desploma hasta no estar en medio del enjambre de guardias tumbados en el suelo. Noche, oscuridad, hay un guerrillero arrastrándose por el suelo entre 300 guardias. Nadie se atreve a disparar; la posibilidad de herir o matar a otro guardia es de 300 a uno. En un increíble golpe de suerte, el guerrillero, arrastrándose, escucha un susurro cercano de otra silueta que se arrastra hacia él: "No disparéis, soy el teniente" (otras versiones hablan de un capitán). Quico da matarile al teniente y consigue, de nuevo increíble, escapar del cerco susurrando la misma frase: "No disparéis, soy el teniente". 
No escapa de gratis: herido en una pierna, en la nalga y en el cuello, aún recorrería un largo camino hasta encontrar la muerte:
(Estamos en el medio del plano, en Mas de Clara).
¿Y qué ocurrió con los guerrilleros que quedaron en la masía? Más vale una imagen que mil palabras:
Francisco Conesa, uno de los guerrilleros abatidos.
Incomprensiblemente, el diario "La Vanguardia" ("La Vanguardia española", por aquella época) del 5 de enero de 1960 mete a una mujer en el grupo al dar la noticia:
Pueden leer la noticia completa AQUÍ (abajo del todo en el centro).
Para desespero de la Fuerza, el rastro de Quico se pierde. De nada sirve hacer olfatear a un chucho sabueso un pañuelo de Sabaté, el perro no da con la pista. Se le busca por las cercanías de Gerona; se le sabe herido y no puede llegar muy lejos. Eso pensaban.
En la noche del 4 al 5 de enero, Quico cruza el río Ter por un vado aguas arriba de Gerona. Mojado y en enero, tras recorrer varios kilómetros llama a las 3 de la madrugada a una casa cercana a la población de Fornells de la Selva, pero no le abren la puerta. En la estación del ferrocarril Quico se sube a la máquina de un tren ordinario de viajeros con destino a Barcelona, donde, seguramente, tendrá amigos que le podrán esconder y curar. Amenaza con pistola y metralleta a maquinista y fogonero, que posteriormente declararían que iba mojado, y les conmina a no detener la máquina hasta Barcelona. El apurado maquinista trata de convencerle de lo descabellado de su intención: si el tren no efectúa las paradas programadas, algún viajero accionará el sistema de alarma que detendrá automáticamente el tren. Además en el empalme de Massanet hay que cambiar la máquina de vapor por una eléctrica. Accede Quico con la condición de que en las paradas la máquina rebase los puntos donde haya más luz al objeto de no ser descubierto. Amablemente solicita a los encañonados maquinista y fogonero que le den lo que lleven para comer. Tras comerse sus bocadillos, lleva sin comer desde el día 3, se sienta en la escalerilla de detrás de la máquina para encañonar con más comodidad a los operarios. Llegados a Massanet, donde se ha de cambiar la máquina, Quico salta al techo del tren eléctrico sin que se aperciban los operarios del nuevo convoy. Rápidamente los operarios de la máquina aparcada dan parte a la autoridad de los hechos. Se alerta a toda la vía férrea. Quico va tumbado sobre el techo de un vagón, recordemos de nuevo que estamos en enero, y posteriormente se descuelga hasta la máquina, encañona al conductor y le pide un sitio para esconderse. Cuenta Quico que pertenece a la resistencia y que están esperando refuerzos de América, quizá con el objetivo de darse importancia en su lamentable estado y amedrentar a ayudante y conductor. Reduce el convoy la marcha al llegar a la estación de Sant Celoni y salta el guerrillero del tren. Los operarios comunican el incidente al parar la máquina en la estación de Sant Celoni. El comandante de la guardia civil y dos números de servicio se aprestan a dar caza al guerrillero.
Se le está gangrenando la herida de la pierna, lleva una bala metida en el culo, un rasguño fuerte en el cuello, está helado y hace días que no duerme. Buscando una placa de un médico en algún portal, localiza a un tal doctor Barrios, pero equivoca la puerta y llama a la de otro vecino, Francisco Berenguer, quien al percatarse de la metralleta bajo las ropas se asusta y forcejea con Quico.
El somatén local (patrullas ciudadanas armadas con potestad legal para matar) había sido advertido y los somatenes Abel Rocha, cabo, y Pepito Sebina, ex-legionario, junto al sargento de la Guardia Civil Martínez Collado, patrullando las calles buscando a Quico escuchan los chillidos de Francisco Berenguer durante el forcejeo.
Se produce un fuerte tiroteo, Quico se defiende hasta la muerte, y a las 8 de la mañana del 5 de enero de 1960, es abatido en la calle Santa Clota de la misma población de Sant Celoni. Curiosa paradoja morir en tanta santidad aquel que fue anarquista desde que tuvo uso de razón.
Lugar donde cayó Quico.
Los hagiógrafos les dirán que los tres asesinos de Quico le dispararon tanto a la cabeza, después de muerto, que quedó irreconocible para sus familiares. No crean estas beatificaciones laicas (ni las otras):
Y, esto ya es de mi cosecha, supongo que la causa de muerte, según dictamen forense franquista, sería "Parada Cardiorrespiratoria". Unos cachondos estos tíos: aún no se conoce de ningún muerto con actividad cardiorrespiratoria. Era el dictamen habitual de los fusilamientos.
El comisario Quintela, de la Brigada Político Social, enemigo mortal de Sabaté, simpatía que compartían (Sabaté había intentado a su vez cepillarse a Quintela en no pocas ocasiones), ya jubilado se trasladó desde Galicia a Sant Celoni para despedirse de su obsesión. ¿O quizás para asegurarse de que ya estaba muerto?
Si les ha gustado esta historia, vale la pena leer "La Vanguardia" con la noticia de la muerte del "bandolero":
http://hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE07/HEM/1960/01/06/LVG19600106-003.pdf

Como curiosidad: inspirándose en la figura de Quico, Fred Zinnemann rodó una película, "Behold a Pale Horse", traducida patateramente por  "Y llegó el día de la venganza", con Gregory Peck en el papel de Quico y Anthony Quinn en el del comisario Quintela. Lo cierto es que la película se parece a los últimos días de Quico como un huevo a una castaña, pero se deja ver con agrado:

La información está en la red. El texto es integro mío salvo el contenido del pasquín de Quico lanzado a los aires barceloneses a la mayor gloria del Caudillo pillo. Las fotos son de la red, muchas de ellas de la página "Pasajes de la Guerrilla". La captura de "La Vanguardia" de 1960 es mía.
Y me voy a cenar, que tanto tiro me dio hambre.

18 comentarios:

  1. Pues todo esto me sonaba de algún reportaje que leí hace tiempo, aunque no lo había leído en este plan.
    Está bien la entrada. Y te has contenido un poco con la "épica", ¿no?
    De la peli no tenía ni idea..
    Un saludito.

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  2. La peli se deja ver con mucho agrado, pero hay que quitarse de la cabeza que va a hablar de Quico. Zinnemann, Peck, Quinn, Sharif... Si mal no puede ir...
    La épica: jajaja, pa la próxima te subo el nivel de épica, para que me riñas, jajaja.

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  3. Mientras leía el comienzo de la "fiesta" estaba pensando que esto merecería una película. Ya veo que la tuvo.
    La historia no la conocía, claro, pero como hay por ahí un tal Quintela me entró la curiosidad por saber quien era y me encuentro con que Sabaté planeó dos veces su asesinato y falló las dos, hiriendo o matando a quien no era.
    De la nota del periódico me hace gracia que suponen que la tal mujer del grupo volvió para Francia. Pues no era tonta la tía, ja, ja.
    Boas noites.

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  4. Lo que no entiendo es para que coño se vinieron cinco tíos desde Francia ¿Es que pensaban derrocar a Franco ellos solitos?
    En fin, ya conocía la historia que tenia totalmente olvidada.
    Salud

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  5. No, no, Blue, la película está "inspirada", y yo diría que muy remotamente, en la figura de Quico, pero ni de coña se parece a los últimos días de Quico.

    Genín: nunca he sabido por qué entró Quico esta última vez en España. Quizás se sepa, yo no lo he hallado.
    Pero era normal entrar, pegar un par de palos, cometer algún atentado y volverse al santuario francés. Supongo que entraron a eso, a hacer alguna acción.

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  6. Me gusta la historia del anarquista, por cierto ¿tu no seras rojo en estos tiempos?... Que te delato a Cospedal...

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  7. Si no fuese por los rojos, Temu, quizás lo fuese.
    No me toques la fibra que con la Cospedal me pasa como con la Bibi: que me dejaba torturar un rato por ella. Esto demuestra que el amor (¿por qué le llamarán amor cuando quieren decir sexo?) está por encima de las ideologías. O como dijo aquel que secuestró un puticlub: "Aquí manda mi polla".

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  8. Pues sí, yo te veo tirando a "morao", ja, ja.

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  9. ¿Morao qué es? ¿Mezcla de azul y rojo? Jajaja.

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    1. Si, pero nunca se sabe a que color tira más. Es el color del misterio, ja, ja.

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  10. Me vienen tan pequeñas izquierdas y derechas que me lo ponen muy fácil: según convenga en cada ocasión, jajaja.

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  11. Entonces no eres un misterio, ¡eres un peligro!
    (Bórrame el churrín, anda, que el tita me molesta a la vista ;)

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  12. Muy apropiado, Blue. La mezcla de azul y rojo da violeta, el color de las feministas, el color en el que Bibi decoró su despacho en el ministerio y ahora... el color de Descla.

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    1. Aaaay, eso le va a doler, ja, ja.
      El truco que tenemos que utilizar, bien para castigarlo o bien para contentarlo (nosotros también tenemos derecho al "penduleo"), es fijarnos en la frase de cabecera.
      Hoy, por ejemplo toca azul... y mañana ya veremos.
      ;-)

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  13. Queridos (y muy cabrones) amigos y amigas: el ordenador se me ha ido a tomar por saco. Y mi amada abraza el portátil contra su pecho, pone ojos de loca y chilla que no se lo voy a vampirizar. Tras un rato de forcejeo, tipo Quico contra los guardias, tras un fuerte empujón que la ha lanzado al suelo he conseguido arrebatárselo para poder escribiros estas lineas.
    Bueno, pues eso, que tras mucho suplicar me lo ha prestado 5 minutos para decir que estaré fuera de juego hasta que se solucione.
    Pero volveré y seré millones.
    Abrazos, besos.

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  14. ¡Tremendo!

    Cuánto dolor, cuánta sangre derramada....

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Caminante que por aquí recalas: si me comentas en una entrada antigua es probable que no te conteste por no ver tu comentario. Pero no por ello te prives.