Puedo hacerlo, puedo tomarme unos días e irme. "Pudo ser y convino que así fuese: sea". Que me voy, que eso lo saben hasta los negros (retiro lo de los negros; es una frase hecha). Estoy tan contento que voy a escribir de lo que me salga de ahí, de despedida.
María no puede acompañarme, lo cual me alegra por la parte que me alegra, y me entristece por la parte que me entristece. La alegría sólo es porque voy a poder hacer mucho más el bruto, meterme en más "fregaos", que yendo con ella. La tristeza me la callo. Me voy al silencio introspectivo de la alta montaña. Me voy a recibir en la piel el Sol, la lluvia, el aire, o lo que el Señor tenga a bien regalarme. Me voy a las largas horas de ruta solo, a los acentos extraños cuando encuentre gente, a esa grata solidaridad real que aún persiste en los montañeros, a las ganas de charla verdaderas, no de compromiso, cuando te encuentras con alguien tras estar horas solo. Me voy a la predisposición a estar a gusto, solo o con gente, porque estamos a gusto aquí los que estamos aquí y estamos porque queremos estar. Me voy y de antemano ya sé que me gustará lo que venga, es lo que hay, es lo que habrá, ¿por qué no me va a gustar lo que venga si no hay otra cosa?
Ayer hablamos de Becquer y me tocó envainármela: pese a que las niñas tontas de todos los tiempos hayan suspirado con su poesía, no se puede negar ni su influjo en toda la poesía posterior ni su excelente prosa periodística. Vale, amoríos aparte, reconozco la carga de profundidad de su verbo, prosa o verso. Reconozco las derivaciones que de él se han hecho, igualmente con carga espiritual, ideológica incluso: Ellos tienen el poder, nosotros la poesía y mientras estemos vivos habrá poesía, y dígame usted, que es tan listo, donde está el puto diccionario que nos explique cuando el orgullo es orgullo o simplemente es dignidad. Estoy cariñoso de despedida y me la envaino entera: Becquer es buenísimo.
Amadísima María: lo que voy a contar ahora es totalmente falso. Un ejercicio literario y no pienso esas cosas. Jamás, eso son tonterías. Lo escribo porque a la gente le gusta leer esas payasadas, ya sabes, lo que mueve al mundo: sexo, Belén Estebán, los encuentros Madrid / Barça... las cosas que realmente importan.
El caso es que voy al Mercadona a proveerme de viandas, y, como siempre, me pongo en la cola de la cajera que más me pone. A veces están las demás colas más vacías y yo me pongo igualmente a la cola de ella, aunque haya más gente. Comprar en el supermercado no me resulta atractivo; algo habrá que hacer para darle sal al asunto. ¿Que se va a dar cuenta de que me pongo en su caja siempre? Vaya gilipollez: si no quisiera que se diese cuenta, no lo haría. Quiero que se dé cuenta y no quiero más que eso, si se está bien así ¿para qué forzar inciertos más? Pelo negro lacio, piel blanca, cejas finas bien dibujadas, ojos castaños claro, labios con un toque discreto de pintura, nariz respingona igualmente bien dibujada, buen tipo, le está bien el hortera uniforme mercadonero. A veces, pasando por la caja, ella a mi izquierda o derecha, no recuerdo ahora, la disposición de los botones de su blusa me permite verle el tirante del sujetador, a veces, escasas, el borde de la copa. No es nada descocada, rasgos de evidente introversión, nunca lleva un botón de más abierto, me encanta. Cuando paso por el otro lado, que no se abre la blusa a mi horizonte, le miro el pelo, los ojos, la nariz... No miro fijo, líbreme Dios de ser agobiante o parecerlo, trato de hacerlo muy discreto, pero que lo sepa.
Todo mentira, ya digo, María, me lo acabo de inventar, yo qué voy a hacer esas cosas...
Tengo el plano delante, y como la blusa del lado correcto de la cajera, se abre prometiendo felicidad, pero está vez si quiero más y forzar el más, qué ganas tengo de meterme en fregaos que sólo a mí me afecten.
Becquer, cajeras y mapas. Me abro. Pórtense bien y no riñan por tonterías.
Pd: "Y llegó el día de la venganza" es la patatera traducción que se hizo del título de una película bastante desconocida de Zinnemann. (Behold a Pale Horse). Peli crepuscular, decadente: un viejo y cansado guerrillero español y su eterna lucha con el mando de la Guardia Civil que igualmente eternamente le persigue. Gregory Peck de viejo guerrillero español, barba de varios días y Anthony Quinn de picoleto afeitado. Curiosa.
(Ya he dicho que iba a hablar de lo que me saliese de los cojones).
El Desclasado ha hablado y se está haciendo la mochila.
El borde de la copa...¡El borde de la copa!..."El borde de la copa"...Este también podría ser el título de la película.
ResponderEliminarY hablando de películas, ¿Viste "El rey de la montaña"?
Saludos.
Pues no, Blue, no la vi y tiene buena pinta lo que he leído al buscarla. La bajaré a ver.
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