jueves, 27 de mayo de 2010

Encargo de María.

Me va a pedir algo, esa expresión dulce la conozco. Conozco esa mirada directa, dulcerisueña, aparentemente franca...
- ¿No vas a hablar ya de mí en tu blog?
- Si luego no te gusta lo que cuento...
- Pues di cosas chulas y sí me gustará.
- Ah, pues dime qué quieres que diga, para acertar seguro. No es preciso que me dictes, dime las lineas básicas y ya lo adorno yo.
- ¡Qué tonto! Así no vale, te ha de nacer a ti.
- Vale, pues contaré lo que me nazca.
- Eh, eh, para ¿qué vas a contar?
- Nada, si no quieres, nada.
- Sí que quiero, jajajaja, pero que sea chulo.
- Verás como te encanta.
- Huyyy...
María y sus embustes tecnológicos.
Dios no quiso dotar a María de amor por la tecnología. Las máquinas y ella se repelen mutuamente, es algo asombroso. 
Vamos viajando, conduzco yo (para variar). Tras el cortesía obliga de preguntarme: "¿quieres que conduzca un rato?", que siempre me hace reír por dentro, porque las veces que estaba hecho polvo y le he dicho: "sí, píllalo un rato y descanso", se le ha demacrado la cara ipso facto, a ojos vista le he visto crecer ojeras, palidecer y nublársele la mirada.
Vamos viajando, conduzco yo (para variar) y María se encarga de la radio, que pierde frecuencias al ir de camino. A ratos canturreo en espanglis lo que suena, luego me descojono un rato al oír que al sevillano Montilla, sultán de la catalanidad, comandante de almogávares, le ponen traductor en el senado para hablar con un cordobés. 6.500 chapas vale la bufonada. No se rían, no, los matices entre el zeviyano y er cordobé no zon cosha a despreshiar. Este país no puede existir. Lo último que oigo es a un locutor mercenario diciendo que el estado de las autonomías está muy bien, que quizás quizás, algún pequeño retoquillo de nada, pero que vivimos en una democracia multicultural y bla bla bla... Al rato me extraño de no oír música ni sandeces y miro la radio. El dial corre loco sin detenerse en ninguna emisora. Metido en su bucle va del ochenta y tantos al ciento no sé cuántos y vuelta a empezar. María mirando el paisaje... la inocencia personificada.
- ¿Qué has hecho con la radio?
- ¿Yooo? Nadaaa. Huy, sí que es raro lo que hace, sí... Las máquinas hacen lo que les da la gana.
- María, te he visto toquetear. Si no me dices qué botón has tocado no sabremos que botón destocar.
- Que yo no he tocado nada, que hace lo que le da la gana.
- María: eres incapaz de ver un botón y no apretarlo, es superior a tus fuerzas, dime qué botón fue el último que te llamo la atención.
- ¡Yo no he sido! No me acuerdo... 
Se soluciona el asunto apagando la radio y volviéndola a encender. Lo de siempre: sal y vuelve a entrar. Lo que me fastidia, lo que me pone de los nervios es que lo niegue, porque por las mismas, cada vez que se carga el ordenador, me lleva el triple de tiempo desfacer el entuerto al no decirme qué cojones ha tocado, al negar haber tocado ella nada e insistir en que las máquinas tienen vida propia. Y la he visto; he visto surgir una ventana en el ordenador, con un mensaje para mí incomprensible, haber en la ventana las opciones "yes" y "no", e írsele el dedo como magnetizado a pulsar un yes que no tiene ni puta idea de adónde nos va a llevar. Las máquinas es que van provocando.
La "cafetaria" secreta.
Un gran clásico. María cree que el mundo es Salzburgo o Alsacia y las pequeñas plazas empedradas, fuente en medio, sombrillas y fincas bajas de balcones de madera con flores, ocultan siempre una cafetería "con encanto", en la cual pasar grato momento tomando algo. María cree que eso existe viajando por el páramo castellano, donde según el poeta, abunda el hombre malo del campo y de la aldea, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea.
Todo empezó en Lisboa. Estuvimos en el café que frecuentaba Pessoa y aquello era hechizante, la atmósfera, todo. María siempre se pone a chapurrear la lengua de allá donde viaja, les juro que la he visto hablar como en unos 8 ó 9 idiomas, aunque nadie la entienda y haya que acabar en el inglés. No quieran saber cuando hemos estado en Vascongadas, que no la han hecho académica de la euskal akademia, o cómo se llame, de milagro. Pues María ya hablaba portugués mejor que Eça de Queiroz, en dos días, la tía, un fenómeno. Joder, si es que me hablaba en portugués a mí, que debíamos parecer el sevillano Montilla hablándole en catalán al cordobés. Se lo dije: como me sigas hablando en portugués voy a fantasear con que me follo a María de Medeiros, avisada vas. Le dio igual. A mí también.
Así que María decidió que el mundo estaba lleno de "cafetarias" mágicas, en portugués en el original.
Viajábamos por el Alentejo portugués, páramo suavizado por el verdor que trae la humedad del Atlántico, decidimos parar a buscar pensión para hacer noche. María dijo: "Vale, pero donde haya una cafetaria chula y tomamos algo antes de dormir". Una puta hora más tarde seguía conduciendo, pasando pueblo tras pueblo, y la puta cafetaria mágica no aparecía, yo hasta los cojones de tantos kilómetros y María insistiendo en que por allí debía estar, en el próximo pueblo, seguramente. Me cabreé y le dije que la cafetaria secreta sólo existía en su imaginación. 
A lo largo de los viajes posteriores, el fantasma de la cafetaria secreta siempre nos ha perseguido. Está ahí, como la utopía, siempre un paso por delante nuestro, casi al alcance, pero siempre inalcanzable. Está en la Taiga, en el desierto, en el fondo de los fiordos y en mitad de un glaciar. Hay quien persigue una idea, hay quien persigue cafetarias. Yo soy de los segundos, no por voluntad propia.
María glotona.
Viajando por el páramo castellano: podríamos parar a comer...ya es hora. Me mira enigmática y caigo: No, María, no me jodas con la cafetaria secreta en mitad de la estepa esta... Se ríe, jajajaja: no, jajaja, eso es para tomar algo, para comer me da igual. Es lo que tiene mi niña, que me come tan bien. Restaurante. Paramos. Aún no he entrado y ya sé lo que va a pedir María, algo de capacidad telepática voy consiguiendo: veo un cartel que pone "PIDA NUESTRO PECHUGAZO", y sé que el término "pechugazo" y María, se van a atraer en plan historia de amor fou. Una vez nos comimos una suela de zapato inmasticable, porque lo anunciaban como "Buey en salsa" y María quería comerse hasta los cuernos del animalito. No tarda en detectarlo: "Halaaa, ¿has visto eso del pechugazo?" Presenta los síntomas: piel y ojos brillantes, pupilas dilatadas, cuadro de ansiedad, juraría que hasta le tiemblan, le aletean las paredes del tabique nasal esforzándose por oler ya el pechugazo.
El pechugazo resulta ser un bocadillo descomunal, con una pechuga que debe ser de pterodáctilo, con bacón abundante y untado todo de mayonesa. Da gusto verla tan feliz, de verdad, con la risa tonta y la expresión de éxtasis. Aún se hace un poco la tonta, como si fuese a convencer a alguien: "Huy, esto tan grande no sé si me lo podré comer entero..." 10 minutos más tarde tentado estoy de decirle que por favor, que le pido otro, pero que no se coma la servilleta, que no me haga pasar esa vergüenza. Se va a poner mala, lo sé y lo sabe, pero no puede evitarlo: "esto está...está...de morirse..."
Volviendo, a gomitar, estaba cantado. Si esta señorita fuese una osa y tuviese que hibernar yo no sé lo que podría llegar a comerse antes de la hibernada. Hasta los cuernos del buey y el resto del rebaño.
Espero te guste, querida.
Va, te pongo una canción y suavizo el enfado: Mira el señor este argentino, que ganas le pone, el abuelo:


El Desclasado ha hablado y se prepara para una hibernación sexual, que aprovecharé para dedicarme a la reflexión.

22 comentarios:

  1. Tranquilo, Desclasado, yo también he recorrido media Lisboa detrás de un café, ja, ja.

    María...¡Pobriña!,¡Que paciencia tiene contigo!

    Saludos.

    (El viejito canta de maravilla :)

    ResponderEliminar
  2. aaaajajajjajajaaaa lo que hace la imaginación !!! Es que me he imaginado a María engullendo la servilleta y deglutiéndola mientras los mofletes hinchados subían y bajaban sin parar jajajajajajajajaajajaja
    Ay qué risa me ha dado el post, está genial !!!!
    María no te enfades, porfi, si es sólo un ejercicio literario y una venganza inconsciente del macho dominado jajajaajajajajajjajaj

    ResponderEliminar
  3. Muy bien, Siestecita: María me acaba de decir por teléfono "macho dominado" y luego le ha dado un ataque de risa.
    Estarás contenta.

    ResponderEliminar
  4. jijijijijijiji siento escogociarme, pero jijijijijijjji

    ResponderEliminar
  5. Aguanta, Desclasado. La de siestecita es la risa de hembra dominadora que se venga de la venganza del macho dominado: El restablecimiento del statu quo. O sea, que cuantas más venganzas urdas tú desde aquí, más clara quedará tu condición de "macho dominado". Esto es así, qué le vamos a hacer, Desclasado. Nada nuevo bajo el sol.
    Te leo siempre que puedo. Estás soberbio. Qué risa.

    Un saludo a todos.

    ResponderEliminar
  6. ¡Hombre, Raus, qué alegría!

    Jajajaja. Efectivamente: la guerra está perdida, nos queda plantar digna cara en pequeñas batallas para poder negociar mejores condiciones de rendición.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Raus, Desclasadín, ojalá todos los "machos ibéricos" fueran como vosotros !!!! Pasad buen fin de semana y descansad mucho, seguro que lo mereceis. Yo me piro a pasear entre el trigo como Gladiator. Abrazos y sigue posteando así Descla que te damos el Pulitzer bloguero :)

    ResponderEliminar
  8. Raus, algo estamos haciendo rematadamente mal. Si una mujer dice que ojalá "todos fueran como nosotros" está claro que asustamos menos que Chiquito de la Calzada, que debemos ser unos calzonazos para sacarnos en los libros de historia, o algo aún peor, conociendo la maldad y retorcimiento de la mente femenina, esto no me gusta un pelo.

    ResponderEliminar
  9. Igualmente, Siestecita.
    Sí, Desclasado, lo de calzonazos es más adecuado. ¿Para qué engañarnos? Se habla mucho de "macho ibérico". También del "jamón ibérico". ¿Pero qué hay de las "hembras ibéricas" (y de las "jamonas ibéricas")? Nadie dice nada al respecto, y a mí me consta que las hay. No tengo tiempo para hablar de ellas (ni de nada) por ahora. Pero yo creo que merecen atención. ¿Estáis de acuerdo? Imagino que sabéis por dónde voy.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Raus: el otro día paré en una tierra dura. Tierra áspera, seca, con aspecto de frío intenso en invierno y calor extremo en verano. Bar de gasolinera de carretera, pensé al ver a los parroquianos: "madre de Dios, que cara de malas bestias se gastan por aquí". Aún me vino a la mente la gracia: "estos son los que la Bibiana y su troupe dirán que tienen caras de maltratadores..."
    Entró un grupo de mujeres a almorzar, a las que supuse trabajadoras de algún sitio cercano en su rato de almuerzo. No sé quién tenía más cara de burro, si ellos o ellas... Las conversaciones, las de ellos y las de ellas, del mismo nivel cultural, cada grupo en su estilo, y del mismo nivel bestial de volumen, más grave ellos, más agudo ellas.
    La naturaleza o Dios, al gusto, suele darle a cada uno lo que le corresponde para mantener un equilibrio compensado. A las españolas les dio "machos ibéricos" y a los españoles "hembras ibéricas".
    Y las bibianas que se inventen los cuentos que quieran de mujeres siempre buenas y hombres siempre malos.

    ResponderEliminar
  11. A eso me refería yo, Desclasado. A mí me hace alguna gracia (entre poca y ninguna) cómo todo va a parar a la misma herida. Hombres más brutos que arados los he conocido desde muy pequeño. Mi pueblo siempre se reputó como bestia. Era muy corriente que los mozos de mi época, y anteriores, descargaran su cerrilidad contra sus homólogos de pueblos vecinos. Bueno, la descargaban pero enseguida la reponían. Ah, qué tiempos aquéllos. Yo sobreviví a aquel ambientazo de testosterona y nubarrones de obleas como panes. Todavía no sé cómo. ¿Y cómo eran ellas? Bibiana nos pintaría un cuadro rosáceo de delicadas damiselas en flor, perfecto contrapunto del cardizal machista que ellos componían. ¿Pero quién que esté asistido de algún sentido común podría creerse semejante contraste?
    Tengo un amigo… Bueeeno, no, yo soy ese amigo. Digo que yo nunca fui alto ni especialmente hermoso. Es cierto que a veces –cada vez menos- me crezco, pero no salgo de pobre. Y es cierto que cuando mi hermano hizo la mili me puse bien hermoso: mi madre, en su inercia de madre ansiosa, seguía haciendo comida para dos hijos y yo comía por ambos para que ella no notara la ausencia. Pero, vamos, normalmente nunca he sido ni alto ni hermoso. Ni especialmente bruto. De hecho, pasé siempre por empollón; título de fácil adquisición en aquel ambiente de burros bípedos. Me tenían por el listo de la clase (pobres… y pobre de mí). A falta de más especímenes normales en inteligencia, los maestros se veían obligados a ponerme como ejemplo a imitar. Era tímido y reservado, como se suele decir. Y gran amigo de la lectura. Pues bien, yo no recuerdo que ninguna chica se interesara por mí. En cambio, había varios chavales que despertaban la admiración de no pocas féminas. No estaban agraciados de especial fermosura, pero su porte era más gallardo que el mío. Bastante más. Sin embargo, no era ahí donde residía su magnetismo, sino en la precocidad con que se pavoneaban, galleaban, burreaban y “perreaban”: compendio zoológico irresistible, por lo visto, para aquellas “hembras ibéricas”. Iban adelantados en cuestiones como el sexo, el alcohol, las drogas durillas, las motos, las juergas nocturnas y demás currículum vitae.

    (Mañana sigo, que los párpados se me caen a plomo). A las buenas noches.

    ResponderEliminar
  12. Jajajajajajajaja,
    Me voy a dormir con la sonrisa en la boca, te contesto con más tiempo.

    ResponderEliminar
  13. Buenos días por las mañanas. Sigo. Decía eso, que aquellos jovenzanos retozones sacaban matrícula en asignaturas en que yo obtenía rotundos “muy deficiente”, o, para emplear una jerga lenitiva: “no progresaba adecuadamente”. Tal era la cosa que a la tierna edad de catorce años yo ya tenía dolorosamente clara mi pertenencia a la casta de los “intocables”/”intocadores”; lo cual no era óbice para que a veces me abajara a la de los “invisibles”/”contempladores”/contemplativos (sin alcanzar la marranada del “voyeur”). Tan crudo destino se me reveló nítidamente tiempo más tarde, al salir de marcha con, por aquel entonces, mi amigo Pedro (nombre ficticio). Habíamos sido compañeros de colegio durante toda la vida. El muchacho tenía unos ojos y una sonrisa que las encandilaba al instante. Y no necesitó ni el don de la palabra ni el de la inteligencia para ir dejando a su paso un rosario interminable de hembras suspirosas y corazones magullados. Yo, en mi condición de espectador y pardillo, le reproché un día la manera como las maltrataba; no en el sentido bibianesco del término, sino en el que se le suele aplicar al Don Juan empedernido: que las cogía y dejaba cuando y como les daba la gana. Él me respondió algo así: “Venga, hombre, no me vengas con ésas. Aquí todas me conocen. Saben que soy un cabrón. Y aun así van detrás de mí.” Es cierto que era breve y mala coartada que no lo justificaba moralmente, pero no le faltaba parte de razón. Sin duda era “macho ibérico” de pata negra. No pendenciero, ni nada por el estilo. Ni siquiera chulete. Pero sí por completo indiferente a los sentimientos de su legión de admiradoras. Hoy, cuando él y yo tenemos los veinte doblados, todavía sigue causando terror entre la población femenina. Dicho por él: “las de veinte se me resisten algo, pero las de cuarenta se me rifan”. Desde luego: me contó el muy truhán el harén de mujeres que había reunido con ayuda del chat u otros instrumentos digitales (sus propias manos, imagino). Un lío de 5 mujeres a las que mantenía engañadas en una fenomenal maraña de excusas, mentiras, quiebros, promesas y romances. Qué prodigio de memoria la suya. Aunque es cierto que a todas gobernaba y bautizaba con el socorrido “cariño”. Pero aun así, de elefante (también el morro). Como justa penitencia tenía el problema de que todas las noches le daban las tantas (las 2 o las 3) pensando mentiras y excusas creíbles para contentar a las “novias” con las que no podía quedar al día siguiente. Mientras escribo esto es muy probable que alguna ya lo haya pillado en algún renuncio. Eso o empiezo a creer en los milagros. He de decir que le ayuda mucho el hecho de ser hombre de muy pocas palabras. Mi amigo Desclasado, si deseara oficiar de Don Juan, tendría que sujetar su verbo fluido, pues, como digo, por la boca muere el pez. Lo mejor es hablarles muy poco. Dos cosas consigue con ello el Don Juan: 1. Reduce las probabilidades de meter la pata cruzando historias. 2. Dar la apariencia de hombre misterioso (hacerse el interesante). Créanme, es así. De hecho, una de sus eternas admiradoras, médica con 145 de cociente intelectual, me dijo un día tras el suspiro de rigor: “Es que Pedro es… oh, yo no sé qué tiene. Y luego es tan callado, tan misterioso… Ayy”.
    Ah –pensé- mujeres de cuarenta que se dejan arrollar por un tío de sonrisa profident pero mostrenco de meninges, anémico de cultura y ayuno de sensibilidad. Que engañara a niñas de dieciocho en sus años mozos, vale. ¡Pero señoras de cuarenta!

    Luego sigo…

    ResponderEliminar
  14. Mira que me reí anoche. Te veía todo empollón, sin captar intelectualmente cómo a las mujeres, esos seres elevados; espíritus sensibles, les podían atraer los burracos presuntuosos. Y aquí, los hombres con inquietudes, sin comernos una rosca. A ver si es que eran "tal pa cual..." Si contásemos cada uno nuestras experiencias de desprecios y ninguneos de las "princesas" durante la pubertad, nos íbamos a reír. Valientes princesas que se fijaban en el gallo más fanfarrón y cabeza hueca del gallinero y lo convertían en el macho Alfa sexual. Debe ser verdad la superior inteligencia de las mujeres, pero les debe pasar lo que a nosotros: que piensan con el coño no pocas veces.
    El mundo es bastante más sencillo de lo que las bibianas (al fin y al cabo dirigidas por intereses por encima de ellas) pretenden hacernos creer: hay hombres y hombres y hay mujeres y mujeres. Se suelen elegir unas a otros por afinidad.
    Toda la ideología del género es una gran estafa fomentada desde los medios de comunicación al servicio de sus amos. No paro de leer noticias: "Los niños se caen más que las niñas" (sí, de acuerdo, pero cuando una niña cae tocas el cielo con los dedos), "las mujeres conducen mejor" (ah, sentido del ridículo poco, eh, eso es periodismo riguroso y lo demás son cuentos) y venga a tratar de meter en las cabezas la manifiesta inferioridad del hombre en todos los campos. Acabarán diciendo que tienen el clítoris más largo y más gordo que nuestros humildes miembros, pero que un efecto óptico provocado por una profunda deformación social machista educativa, nos hace ver el clítoris tan pequeño (y eso cuando lo encuentras, que algunos tienen una gracia para esconderse, oye). Realmente somos iguales: cuando se ponen garrulas no tenemos mucho que envidiarlas.
    Lo mejor será cuando el mundo este en manos de las mujeres (por el forro va a permitir el capital que el monstruo que ha creado y financia se les vaya de las manos). Conociendo algo, lo bien que se llevan las mujeres entre ellas, esa nobleza franca que suele dominar sus relaciones, sólo deberemos sentarnos a ver como se matan entre ellas por ver cuál es la más mona, la que mejor folla, la más lista, la que es mejor madre, la que mejor soporta las operaciones quirúrgicas, la "más jefa" de vecinas de la escalera, la que más sabe de automedicación y sobre todo: la que más suspiros levanta entre los hombres esclavos (a esa la matarán la primera, la muy mala puta engreída).
    ¿Me burlo más con fundamentos, Raus, o con esto ya hay sobrados motivos para procesarme?

    ResponderEliminar
  15. Jajajajajaja. Raus, hemos escrito a la vez. Ahora leeré lo último tuyo. Mi respuesta es a lo de antes.
    Pd: lo largo y cargado de fotos del Everest se ha comido la página, es posible que este tema pase a una página atrás cuando escriba otra entrada, por allí seguimos.

    ResponderEliminar
  16. Joder, justo ayer hablaba de mito del "hombre misterioso" (por callado), que en no pocas ocasiones lo que suele ocurrir es que no tiene mucho que decir, que es "cortito". Es la propia fabulación femenina de "enamoradas del amor"la que convierte a estos zotes - no tienen porque ser mala gente tampoco- en seres misteriosos.
    La historia real, con nombres ficticios, es esta: mi compañera de trabajo Laura, como no piensa pasárseme por su excelsa vagina, me tiene de "amigo" (extraño concepto en ocasiones el de la amistad con un hombre de algunas mujeres: al que le sueltas los tostones y no te lo follas). Mi compañero de trabajo Roberto es guapo. No rasgos afeminados, viril, fuerte y tal. Conozco bien a Roberto: es corto. Corto y callado: en las charlas no interviene, ríe a destiempo y es lo bastante honrado para decirnos: joder, le dais demasiadas vueltas a las cosas... Esa suele ser su brillante aportación a cualquier tema y luego el silencio. No es mal tío, sólo corto, pero sin presunción.
    Mi compañera Laura me suelta: "me pone Roberto, es tan misterioso... debe tener un mundo interior de la hostia..."
    Nobleza obliga, yo callo.
    Laura es mujer y me lo ha dicho para sonsacarme: "¿qué me dices, qué te parece?"
    - Es que no lo conozco mucho, Laura, como apenas habla...
    - ¿Sí, verdad? Ayyy... qué tío... vete a saber lo que piensa...
    Me callo, claro, no le voy a joder a Roberto un polvo que jamás conseguiría por su desparpajo. Me callo y pienso que Laura, pensando con el coño, ha construido un mundo interior de Roberto inexistente. Ha hecho un galán de pensamientos profundos de un zote guapete. Laura ha construido a Roberto con su coño. Me consuela pensar que quién a hierro mata a hierro termina y cuando Roberto le clave el fierro y después le cuente chistes de "Va un español, un inglés y un alemás...juaaaa, qué bueno, tía", Laurita se caerá del guindo. O no... total, si ella ya ha decidido que Roberto es así, Roberto no tiene nada qué decir en esto.

    ResponderEliminar
  17. Joder, Desclasado, se nos cruzan los mensajes. Lo que viene a continuación era el final de la historia. Como ves y como veo, llegamos a las mismas conclusiones. Luego comento estos últimos comentarios tuyos. Un abrazo.

    Hace unos años (quizá cuando yo tenía 35 o por ahí) quedé en Valencia con mi hermano y un amigo para ir al cine. Ellos fueron con sus respectivas parejas. Yo, como de costumbre, de non. Vimos película tan bodrio que a los cinco minutos de entrar ya estaba profundamente arrepentido. Pero es que, claro, las chicas la habían elegido porque salía no sé qué galán de jolibud tan bien adornado de poses y gestos de macho arquetípico que les arrancaba suspiros y lagrimones de pasión con sólo verle llevarse el cigarro a la boca, bajar del deportivo o quitarse el sombrero. Cualquiera de sus movimientos o gestos faciales nublaba el entendimiento de las damiselas que lo contemplaban. Poco importó que el galán dijese una sarta de gilipolleces a lo largo de toda la película: “estaba divino el tío”. Tras el bodrio, nos fuimos todos a cenar a un japonés (para acabar de joder la noche, con perdón). Y allí, tragándome crudo un trozo de pescado incomible, una de las señoritas (la pareja de mi amigo), también médica de profesión, trajo a colación la historia jolibudiense que acabábamos de ver. Y entre bocado y bocado de aquello tan exótico (yo que soy de pueblo), nos soltó a los tres homúnculos presentes que “ya podíamos nosotros intentar parecernos al galán de la película y actuar, por lo menos, como él”. ¡Madre del Verbo Divino! ¡Madre del Amor Hermoso y de madre todas las batallas! Bien podía yo entender que la damisela deseara que tuviéramos la vistosidad del muñeco aquél (¡también lo deseaba yo, no te…!), ¡pero que nos comportásemos como él! Un tipo que acumulaba en cada gesto y cada palabra un millón de espantosos topicazos. Para colmo de mi confusión, la muchacha se declara rabiosamente feminista.
    Todo esto, y muchas más cosas que no cuento por no aburrir más, me conducen a la conclusión de que, como dije, hay tantas hembras ibéricas de manual como machos ibéricos, con sus muchas variantes y recovecos. Y que los rasgos varoniles en que se inspiran muchas para elegir a sus parejas tienen mucho que ver con las inclinaciones del instinto y poco o nada con la reflexión, la sensatez y el sentido común. Que no sólo los hombres (en especial los jóvenes) se ciegan con el aspecto físico de ellas. También éstas andan miopes. Y que éstas (muchas, no digo todas), además, gustan de ver hombres altaneros, adinerados, con buena posición social, valientes, pendencieros, temerarios, brutos, chulos, lanzados, cabrones, vividores y hasta macarras. Sin importar excesivamente si el seso es escaso (aunque no siempre, por fortuna). Pese a las Bibianas y sus cuentos de género o degenerados. Y esto –la naturaleza misma- sí que nos iguala a todos y todas, señora Bibiana, en humanidad débil, frágil y antojadiza.
    Un abrazo a todos.

    ResponderEliminar
  18. Jajajajajaja. Me niego, jamás volveré a intentar imitar a un galán de cine. Ya dije que nunca volvería a hacerlo y no lo haré, jajajajajaja.

    Lo raro sería que no llegásemos a las mismas o muy parecidas conclusiones. Estaríamos hablando de otros animalillos, no de mujeres...

    ResponderEliminar
  19. Raus: me gustaría convertir esta charla en una entrada, si no te importa. Título: "Lucha de sexos desde una perspectiva masculina".

    ResponderEliminar
  20. Sí, por supuesto, Desclasado. Convierte, convierte. Allí podremos seguir con los lamentos.

    ResponderEliminar
  21. Voy a ello y así puede opinar más gente que metidos en el rincón este.

    ResponderEliminar
  22. Por favor, me encanta! jajaajajaja. Comentaría todo, pero es que es genial jajaaja

    ResponderEliminar

Caminante que por aquí recalas: si me comentas en una entrada antigua es probable que no te conteste por no ver tu comentario. Pero no por ello te prives.