Conocen mi arrojo para afrontar las verdades, esas que todo el mundo prefiere callar. Cuando no hay nada bueno que decir es mejor el silencio. Pero yo sí tengo algo que decir y, en este caso, callar sería mera cobardía, no diplomacia ni un "no vale la pena sacar trapos sucios". Millones de niños en nuestra más tierna infancia fuimos embrujados por las malvadas niñas. Recordemos que a las niñas las entrenan sus madres desde pequeñitas para que nos hagan fosfatina a los hombres, al tiempo que, tras destrozarnos, marearnos, torearnos y moralmente fulminarnos, ellas queden de "víctimas". Que esto no se pueda probar no significa que sea leyenda urbana; sencillamente ese adiestramiento desde niñas lo llevan en secreto en su ancestral plan de domar y adiestrar al pobre macho humano. Ninguna lo reconocerá. Que Dios no existe, es discutible, caballeros. Que existe el Diablo ustedes lo saben tan bien como yo, inútil engañarse. El Diablo existe, suele llevar el pelo largo, tiene un imán entre las piernas, suele conducir fatal los vehículos y con un leve pestañeo hacen que tu vida tome derroteros insospechados. Con un leve pestañeo. Sólo con eso. ¡Estúpidos machos que quieren ser racionales, que todo quieren poder medirlo! Absurdos ratoncitos cerebrales que hallarán con complicadas fórmulas las calorías gastadas en un pestañeo femenino, díganme por qué esa ínfima cantidad de energía hace que sacrifique Troya, que cargue contra Roma, mi patria, díganme cuántos newtons reales, cuánta radiación emite, cuánta energía oculta ese pestañeo que hace que estés dispuesto a morir por él y, lo que es peor, a llevar a la muerte a imperios enteros. Díganme, sabiondos, los voltios que emite mi temblor de piernas, díganme por qué esa multiplicación de la energía, díganme cómo es posible que la ínfima, desestimable, cantidad de energía que produce un pestañeo se transforme en menos de un segundo en una respuesta fisiológica de energía capaz de alumbrar un par de galaxias y a su puta madre. Sólo con un pestañeo.
Pero es que, aparte de pestañear, utilizan más estrategias las malditas hechiceras...
Muchos machos ya fuimos envenenados desde niños por un hechizo letal: el Maiseforyuti. Quien lo probó lo sabe.
¿Qué es el Maisefortyuti? Quien lo probó lo sabe, por supuesto, pero no puedo asegurar que lectores/as jóvenes lo conozcan o que los amigos/as lectores americanos conociesen este hechizo.
El Maiseforyuti era un hechizo que tomaba la forma de canción pegadiza, odiosa, con esa atracción inexplicable que a veces sentimos por la canción del verano que todo nuestro ser racional rechaza y nos sorprendemos un día tarareándola, que cantaban las niñas de varias generaciones en España. No he sorprendido aún a mi sobrina cantándola, quizás porque sea una bruja ya muy lista -debe tener 8 años, estará ya en nivel 3, quizá 4; se la ve despierta- y sepa que yo ya soy inmune al hechizo y no le voy a hacer mejores regalos de navidad con esa sucia táctica. Ya emplea otras...
Pongámosle música al hechizo para poder seguir la entrada: MACHOS JÓVENES QUE NO CONOZCAN Y VIEJOS QUE NO LO SUPERARON: TÁPENSE LOS OÍDOS:
La letra no engaña: feminismo avant la lettre: "tú eres alta, tú eres tú", está claro que apela a la altitud como simbolismo de superioridad moral, rematándolo en un "tú eres tú" que nos lleva a aquello de "porque yo lo valgo". Observen como el capital judeomasónico toma parte en esta conspiración sin ocultarse: "la sinagoga". Diríamos que la Iglesia, estando los judeomasones por medio, no debieron participar: de nuevo error: "doménico latina", no hay más ciego que quien no quiere ver. Expertos cabalistas siguen debatiendo sobre el significado oculto de esta canción. Veamos una de sus posibles letras (tenía múltiples variantes, pero la sinagoga casi siempre estaba ahí):
Mai sei for yuti
tú eres ancla
florece yuti
mai ser for yu, au au, au , au.
La china goga
domenica la chacha
pau la chaha
mai ser for yu, au, au, au.
Y si algo siempre estaba ahí, era el aullido final de loba sanguinaria, ese "au, au", preludio del bocado que se te iba a llevar el alma.
Me dirán ustedes que esa mierda de música con esa mierda de letra indescifrable no podía hechizar a un pequeño macho cazalagartijas: de nuevo error, amigos: las pequeñas brujas tenían sobrados recursos para atraerte a la trampa y que el mantra Maiseforyuti se introdujese en tu cerebro. Siempre estamos con la manifiesta superioridad física de los machos y jamás vi a macho alguno que consiguiese la, sin duda diabólica, velocidad, esa fría precisión de las pequeñas brujas, una enfrente de la otra, haciendo chocar sus palmas con movimientos inverosímiles, cambios de ritmo, de palma, de mano, de postura, a una velocidad que escapaba al ojo humano.
El mecanismo era sencillo: el gran cazador de lagartijas-cocodrilo (una subespecie ibérica) estaba sanamente a su aire preocupado por las cosas realmente importantes: la caza, el fútbol, la guerra... No era aún tiempo del amor y el sexo y las niñas resultaban seres misteriosos, dominantas, tramposas y plastas. Sabían cómo hacerlo, como atraerte: el gran cazador adoraba las exhibiciones de destreza física. De repente, mientras esperabas paciente al cocodrilo, sabiduría heredada, genética de siglos para proveer de alimento a la tribu, veías a dos de esos extraños seres de pelo largo pegando palmadas una contra la otra a una velocidad de vértigo sin fallar un solo movimiento. El gran cazador, entonces no decía palabrotas, hoy se hubiese expresado así:
- ¡Hostia! ¡Cómo mola! ¿Qué cojones hacen esos extraños seres, cómo lo consiguen...?
Error. El gran cazador debiera haber pensado así:
- Ya están las brujas haciendo el chimpance fino para llamar mi atención... Son tan previsibles... Va, voy a hacer como que me dejo embrujar y así pillo cacho. Me encantan las cazadoras cazadas. Me encanta ver su pelo desplegado en la almohada.
Pero, es sabido, amigos, uno aprende a golpes y se acercaba a ver el circense espectáculo. Hipnotizado por la vertiginosa velocidad del palmoteo, mientras las brujas simulaban no verte, pero una sonrisa satisfecha las delataba, el gran cazador acertaba a preguntar:
- ¿Qué dice eso que cantáis?
- Tú no puedes entenderlo.
Malvadas. Hechizo conseguido. Una víctima más. Toda la tarde martilleando mi cerebro la tonadilla al tiempo que trataba de descifrar el enigma de la letra. Posiblemente dijese la letra en clave que Mari Cruz estaba loca por mí. Otra maldita manía de las brujas: no llegar a uno con franqueza, de cara, como un hombre, y decirte lo mucho que te adoran. Las lagartijas cocodrilo no acudían a mi arco. El aire se volvía pegajoso. El cielo azul sin una nube parecía gris. Me costó años librarme del hechizo del Maiseforyuti. Malvadas.
La guinda:
Me comentaba Mar el otro día que así como los machos solemos aplicar el principio de negación sostenida: "lo niego todo, esto no es lo que parece, no, no y no", etcétera, es más táctica femenina jugar al despiste: "nosedequémehablas". Veamos...
Le pregunto a mi amada por el Maiseforyuti: por edad y crianza debe conocerlo sobradamente:
- Nosédequémehablas.
Malvadas...
(Como, más previsiblemente alguna que alguno, se tome todo este montón de sandeces en serio y me haga un discurso feminista apoyándose en lo "que digo" en la entrada, lo que va a conseguir es que piense que esa persona está como un puto cencerro, o que tiene un muy mal día).
(Si he destapado vuestras técnicas os fastidias , ¡brujas!)
(Como, más previsiblemente alguna que alguno, se tome todo este montón de sandeces en serio y me haga un discurso feminista apoyándose en lo "que digo" en la entrada, lo que va a conseguir es que piense que esa persona está como un puto cencerro, o que tiene un muy mal día).
(Si he destapado vuestras técnicas os fastidias , ¡brujas!)
El Desclasado, un hombre ya libre de brujerías, ha hablado.
Epílogo: no tengo claro eso de colgar imágenes y vídeos de menores en el blog. Así que no cuelgo y les dejo, por si quieren ver, enlace de una niña actual recitando el hechizo mientras un pequeño pobre macho vaga confuso, desorientado...: