martes, 31 de agosto de 2010
Soy progre y estoy en un sinvivir.
Una muy buena de las mentiras de los medios de comunicación.
lunes, 30 de agosto de 2010
Un papagayo ocupó el cuerpo de mi amada y además fui deshonrado.
sábado, 21 de agosto de 2010
El experimento Milgram. ¿Hasta dónde llegaría usted?
El experimento requiere tres personas: El experimentador (el investigador de la universidad), el "maestro" (el voluntario que leyó el anuncio en el periódico) y el "alumno" (un cómplice del experimentador que se hace pasar por participante en el experimento). El experimentador le explica al participante que tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con descargas eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.
A continuación, cada uno de los dos participantes escoge un papel de una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice toma su papel y dice haber sido designado como "alumno". El participante voluntario toma el suyo y ve que dice "maestro". En realidad en ambos papeles ponía "maestro" y así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar reciba forzosamente el papel de "maestro".
Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante.
Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente.
El "maestro" cree que está dando descargas al "alumno" cuando en realidad todo es una simulación. El "alumno" ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el "alumno" dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores previos al coma.
Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".
Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado:
- Continúe, por favor.
- El experimento requiere que usted continúe.
- Es absolutamente esencial que usted continúe.
- Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.
Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todo el mundo paró en cierto punto y cuestionó el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.
El estudio posterior de los resultados y el análisis de los múltiples tests realizados a los participantes demostraron que los "maestros" con un contexto social más parecido al de su "alumno" paraban el experimento antes.
Además de este proyecto, Milgram realizó otro en el que se utilizaban ratones de experimentación. El experimento consistía en mostrarles la salida a los ratones, dentro de una caja de paredes electrificadas. El ratón entendía que la salida no le beneficiaba y seguía a la próxima pared, para así encontrar la salida. El experimento muestra que el ratón tanto como el ser humano puede ser condicionado con presión para hacer lo que pide el demandante o maestro como en el experimento con alumnos
Milgram rodó una película documental que demostraba el experimento y sus resultados, titulada Obediencia, cuyas copias originales son difíciles de encontrar hoy en día.
Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuáles podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al investigador del 0%. Todos ellos creyeron unánimemente que solamente algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo.
El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como "maestros" en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus "alumnos", aunque a muchos les colocase el hacerlo en una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel de 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida. Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios.
En su libro Obedience to Authority: An Experimental View, Milgram describe diecinueve variaciones de su experimento. Generalmente, cuando la cercanía física de la víctima era incrementada, la obediencia del participante decrecía, cuando la distancia física de la autoridad era menor, la obediencia del participante incrementaba (experimentos 1 al 4). Por ejemplo, en el experimento 2, donde los participantes recibían instrucciones por teléfono, la obediencia disminuyó en 21 por ciento. Es interesante que algunos participantes trataron de engañar a la autoridad (el experimentador) fingiendo que continuaban con el experimento. En la variación donde la víctima tenía la mayor cercanía física con el participante, cuando los participantes tenían que mantener físicamente el brazo de la víctima sobre la placa que generaba la descarga eléctrica, la obediencia decreció. Bajo esta circunstancia, sólo 30 por ciento de los participantes completaron el experimento.
Rollo de "género":
En el experimento 8 los participantes fueron mujeres: Anteriormente todos los participantes habían sido hombres. La obediencia no varió significativamente, aunque las mujeres manifestaron haber experimentado mayores niveles de estrés.
Sí, mucho estrés, pero dándole al botoncito...
Y ahí les queda la pregunta: ¿hasta dónde creen que llegarían ustedes? Yo, sinceramente, es que me cuesta creer que le daría al botón y mucho menos llegar a voltajes altos... No digo que no probase la primera descarga de baja intensidad, pero viendo el crescendo, toda mi conciencia se rebela de que siguiese dándole al botón.
En fin...
El Desclasado se vicia al botón como si fuera la pleiesteision.
(Me voy fuera una semana o así, no responderé de inmediato a los comentarios).
AÑADIDO POSTERIOR: por mediación de Blue descubro en el blog de Brian un vídeo que viene al pelo para esta entrada. Lo añado:
Redes (Redifusión Cap 54) La pendiente resbaladiza de la maldad
viernes, 20 de agosto de 2010
El moro tocando los cojones y un alemán mariconeando.
martes, 10 de agosto de 2010
Venga, vamos a dejarlo claro: se jodieron el feminismo.
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Bien, pues insisto en que el feminismo ha sido necesario. Bien ha estado.
Y vamos donde quiero ir a parar: charlando ayer en el blog de Su, surgió el tema del "feminismo" actual (obsérvese el entrecomillado) y dijo Su algo que he oído más veces. Vino a decir: "soy feminista y me da hasta vergüenza decirlo con lo que se ha convertido esto". (Su, no te pido permiso para citarte porque fue charla pública a la vista en tu blog. Si molesta lo borro en cuanto me lo digas y me disculpo). Le respondí yo que mi novia se declara "feminista de las auténticas" (no de las petardas de ahora, quiere decir).
Le tenía ganas a mi amada en ese aspecto. Quería forzarla desde hace tiempo a que dijera con la boca grande que en lo que se ha convertido el feminismo actual es una grandísima mierda, refugio de taradas, misándricas, petardas y ventajistas. Y no lo conseguía, tú. Pues no sabe ni nada...: me aburre el tema, no me apetece hablar de eso, ¡vale ya, no!, sigue siendo necesario, no quiero darle alas al machismo criticando esto aunque sea una mierda (boca muy pequeña). De hoy no pasa, me dije, hoy la fuerzo a que lo diga, la aturullo a datos, me la como viva, apelo al raciocinio, yo qué sé...emplearé lo que haga falta.
Terraza y un par de cervezas, saco el tema: pues fíjate que una amiga bloguera me ha dicho que le da hasta vergüenza decir que es feminista, dado en lo que se ha convertido esto... Cara mitad de astucia (¿qué tramas?), mitad de fastidio:
- Ayyy, otra vez con lo mismo... sí ya lo sé: es una mierda, se lo han quedado las petardas, la ley es injusta y bla bla bla, ¿contento?, ¿podemos hablar de otra cosa?
- Ah, que tenemos tabús, temas de los que "no se puede hablar". Y yo que me había creído eso de que éramos librepensadores...
Esta vez he ganado yo, se ha picado en el orgullo:
- Pues claro que podemos hablar de cualquier tema, es que me harta este tema.
- ¿Y cómo te ha hartado si nunca quieres hablar de él? ¿Lo estás hablando con otro?
- Jajajajaja, calla, tonto, jajajaja. Es que me duele el tema, joder.
Yo supongo que a ustedes les debe parecer muy bien que la palabra de un judío no valiese nada frente a la de un alemán. Estarían asimismo encantados con que la palabra de un negro fuese papel mojado frente a la de un blanco. Si a ustedes les parece bien que la palabra de un hombre no valga nada contra la de una mujer, en la España actual, dejen de disimular y de hacerse los progres; ustedes son unos nazis. Lo puedo decir más alto. Si un derecho como el de la presunción de inocencia se ha ido a tomar por culo en la España actual, por el mero hecho de ser un hombre, y a ustedes esto les parece bien, ustedes son unos nazis. El feminismo se ha convertido en feminazismo. Una mujer que odia a los hombres es una enferma. Yo diría una puerca enferma, pero me ceñiré a la parte médica. Una mujer que odia a los hombres es una enferma como un puerco enfermo es un hombre que odia a las mujeres. Y en el feminazismo actual cualquiera de estas puercas enfermas está legitimada y autoaplaudida al tiempo que espléndidamente financiadas por el sistema, que juega magistralmente al divide et impera. En la España actual es pan de cada día las denuncias falsas para conseguir ventajas o directamente joder al marido. Parapléjicos a los que quitan la casa porque su mujer dice haber sido arrastrada de los pelos, hombres a los que acuchilla su mujer y acaban ellos en el calabozo, jueces y profesionales expedientados y apartados por dar datos reales de denuncias falsas... Y suma y sigue mientras muchas mujeres callan por conveniencia, porque no les viene mal tener ventaja jurídica "por si acaso", y hasta que no les toca al hijo, al hermano o al amigo no ponen el grito en el cielo con tanta barbaridad ética y jurídica.
Yo lo siento mucho, queridas, pero el feminismo lo jodieron, os lo han quitado y se lo han quedado enfermas, trepas, resentidas y arribistas, con el apoyo y el cariño de un capitalismo que adora que estemos enfrentados. Decía Kotinussa en su blog que denunció al ministerio de Igualdad que una multinacional obligaba a sus empleadas a ir mostrando carne en invierno, y no pasó nada... No se hizo nada. No verán nunca que el feminazismo actual ataque al capital, a la banca, a las multinacionales que nos están jodiendo a hombres y a mujeres. No verán que ataquen al capital porque no muerden la mano que les da de comer. Como yo soy un hombre siempre pueden apelar al comodín del machismo para desbaratar mi discurso. Desbaraten también el de 200 feministas históricas que vienen a decir, con menos crudeza, lo mismo que digo yo: que esto se les ha ido de las manos y que no se trataba de ir "contra" el hombre, se trataba de ir a "favor" de la mujer, que el revanchismo sobre supuestos agravios pasados no es feminismo.
- Está bien, lo reconozco: esto es UNA MIERDA. ¿Contento?
- ¿Puedes repetirlo?, es que no te he oído...
- Que te vayas a la mierda, tú y las feminazis.
- Maltratadora...
- Je, calla que te denuncio por maltrato sicológico y te entalegan. Y paga las cervezas.
Pues aunque no se lo crean, tuve sexo luego. Soy un crack. No sé lo que duraré suelto. Ahí les queda eso que yo me abro, que me va a caer un chaparrón del carajo, se ve venir.
Así, para disimular: miren que guapa está la Jane Birkin, la abuela:
El Desclasado ha hablado.